Terminaron
los fastos del Festival de Cine Europeo de Sevilla y con ello volvió la miseria
a los cines históricos de la capital de Andalucía. Durante algo más de una
semana no sólo disfrutamos del mejor cine hecho en nuestro continente, con una
selección excelente de títulos de la mayor parte de los países que integran
Europa y una organización a muy alto nivel, en el que incluso los premios
brillaron en coherencia y diversidad. Disfrutamos también de una calidad de
imagen y sonido como hacía tiempo que no disponíamos no sólo en el centro de la
ciudad, en cuyos cines se celebró el certamen, sino tampoco en otros cines de
la periferia.
Totalmente
digitalizadas las pantallas de nuestros cines Alameda y Avenida lucieron más y mejor
que nunca. El Alameda fue el primer multicines de Andalucía, con cuatro salas
en las que algunos descubrimos las excelencias de títulos como La guerra de las galaxias y All That Jazz. El Avenida Vistarama, llamado así por las
dimensiones y curvatura de su pantalla, albergó durante décadas títulos emblemáticos
del cine como My Fair Lady o En busca del
arca perdida, hasta que a principios de los 80 un incendio lo redujo
a cenizas, de las que renació el actual Avenida con cinco salas, donde con dolby
stereo triunfaron películas como Terciopelo azul o Las amistades peligrosas. En 1999 entró en el circuito de Europa Cinemas y se
convirtió en el primer complejo de nuestra comunidad autónoma en exhibir películas
exclusivamente en versión original. Así ha sido hasta ahora, si bien a veces
cuelan películas catalanas dobladas bajo pretexto de ser españolas. Pero ni
unas ni otras salas han renovado apenas sus equipos de proyección y sonido, con
la consecuencia de que hoy la sala cuatro del Alameda ha perdido la categoría que para muchos ostentaba de mejor
cine de la ciudad. Por cierto, que habiéndose especializado este centro también
en un cine más selectivo, deberían reservarse las películas españolas para este
espacio, y dejar que el Avenida diera cabida a un mayor número de títulos extranjeros. El resto de cines de la ciudad presentan una cartelera desoladora, repitiendo títulos con idéntica oferta en todos ellos: violencia y comedia gamberra con contadas excepciones.
Durante
el festival nos hemos acostumbrado a disfrutar de cada película sin
preocuparnos por la calidad de su emisión, centrándonos sólo en el trabajo de
su director. La falta de acondicionamiento de estas salas, que tras el esplendor
festivalero han vuelto a su decepcionante estado anterior, está propiciando que cada vez sean menos los estrenos en versión
original que podemos disfrutar en Sevilla. Málaga nos ha alcanzado gracias a
las magníficas condiciones con las que cuenta su Cine Albéniz, dedicado también
al cine alternativo, el del público cinéfilo y más exigente. Esta falta de acondicionamiento afecta también a la inadaptación de estos dos emblemáticos cines a personas con dificultad de movilidad, ya que el acceso a la mayoría de sus salas incluye escaleras.
Hoy son muchas las películas que para su exhibición en versión original cuentan sólo con copias digitales, de ahí que a nosotros sólo nos lleguen cuando están disponibles en DVD o Blue Ray, que son los sistemas de proyección con los que el Cine Avenida ha disfrazado la calidad digital de la que carece. Urge por lo tanto que los exhibidores inviertan más y modernicen unas salas que merecen mayor atención y cariño. El público es consciente de la baja calidad de las proyecciones, mermando su capacidad adictiva y llevándole a consumir cine exclusivamente en casa, ahora que las pantallas de televisión son tan generosas y los equipos de sonido domésticos tan sofisticados. La enorme afluencia de público al festival, motivado entre otras cosas por los bajos precios, debería hacer reflexionar a quienes legítimamente quieren lograr que el cine siga siendo un negocio, porque público hay, pero el producto además de ser bueno tiene que ofrecerse en óptimas condiciones. Quienes exprimimos la vida cultural de Sevilla sabemos que ésta es una ciudad que funciona por espacios. La misma oferta musical triunfa en las 1.300 localidades del Maestranza mientras fracasa en las 400 de Cajasol, de la misma manera que proyectar cine en versión original fuera del Avenida, en Los Arcos o Nervión Plaza por ejemplo, se convierte en una iniciativa estéril.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 27 de noviembre de 2013
Hoy son muchas las películas que para su exhibición en versión original cuentan sólo con copias digitales, de ahí que a nosotros sólo nos lleguen cuando están disponibles en DVD o Blue Ray, que son los sistemas de proyección con los que el Cine Avenida ha disfrazado la calidad digital de la que carece. Urge por lo tanto que los exhibidores inviertan más y modernicen unas salas que merecen mayor atención y cariño. El público es consciente de la baja calidad de las proyecciones, mermando su capacidad adictiva y llevándole a consumir cine exclusivamente en casa, ahora que las pantallas de televisión son tan generosas y los equipos de sonido domésticos tan sofisticados. La enorme afluencia de público al festival, motivado entre otras cosas por los bajos precios, debería hacer reflexionar a quienes legítimamente quieren lograr que el cine siga siendo un negocio, porque público hay, pero el producto además de ser bueno tiene que ofrecerse en óptimas condiciones. Quienes exprimimos la vida cultural de Sevilla sabemos que ésta es una ciudad que funciona por espacios. La misma oferta musical triunfa en las 1.300 localidades del Maestranza mientras fracasa en las 400 de Cajasol, de la misma manera que proyectar cine en versión original fuera del Avenida, en Los Arcos o Nervión Plaza por ejemplo, se convierte en una iniciativa estéril.
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