Hace exactamente un mes Hallfter y un selecto grupo de la Sinfónica ofrecieron la Cuarta de Mahler en versión de cámara en el concierto inaugural del curso académico de la Universidad de Sevilla. Aquella pieza, reducida y adaptada por Edwin Stein en los años 20 del siglo pasado, se erigió en un interesante aperitivo de este cuarto concierto de abono de la presente temporada, especialmente consagrada al compositor bohemio-austriaco.
La Cuarta de Mahler es su sinfonía más luminosa y apacible, y desde luego la más breve y, hasta cierto punto, alegre. Pero naturalmente viniendo de un compositor tan torturado existencialmente, no se queda sólo ahí. Su aparente serenidad, su atmósfera pastoril y su concentrada inocencia son únicamente una cara de la moneda, porque en la otra subyacen las preocupaciones del autor por lo trascendental, el temor y la incertidumbre ante lo sobrenatural; inquietudes que exigen una batuta muy sutil para ir más allá de las notas en el pentagrama. En lo formal Halffter fue, como siempre, detallista, atento a cada matiz, a las transparencias de las texturas y al fraseo, si bien siempre desde un ángulo excesivamente blando, a veces incluso raquítico, que hacía que por momentos no sonara mucho más envolvente ni musculoso que la versión de cámara ofrecida en aquel otro concierto. Las continuas caídas de tensión, especialmente en el primer movimiento, llevaron en el fondo a malograr el contraste necesario en la pieza para transmitir esa inestabilidad emocional del compositor a la hora de acercarse a la visión que del Cielo podría tener un niño. Tampoco en el segundo atisbamos el carácter grotesco y rústico que han de transmitir los solos de violín, y en el tercero la batuta se reveló demasiado afectada, ensimismada en vuelos líricos excesivos pero sin intensidad emocional apreciable.
El precioso timbre de Raquel Lojendio y su buen gusto para modular ayudaron a un cuarto movimiento más centrado y orientado; su voz alcanzó a transmitir esa inocencia con la que el niño descubre los placeres celestiales (Das himmlische Leben). No en vano la mezzo canaria está ya lo suficientemente familiarizada con el conjunto hispalense como para integrarse en el mismo sin dificultad alguna. Halffter por su parte siguió sin aplicar ironía al juego pero se acercó a una mayor implicación emocional en esta partitura tan sugerente en sentimientos y contrastes. Apenas una hora de concierto podría justificarse por los recortes o por el lógico agotamiento de una orquesta que paralelamente afronta seis funciones de Aida. Una selección de lieder de Mahler, extraídos por ejemplo de la colección Das knaben Wunderhorn que precisamente motivó el cuarto movimiento de esta sinfonía, habría sido un buen remedio para no hacer de ésta una noche tan corta y poco aprovechada.
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