Reino Unido 2015 93 min.
Guión y dirección Andrew Haigh, según un relato de David Constantine Fotografía Lol Crawley Intérpretes Charlotte Rampling, Tom Courtenay, Geraldine James, Dolly Wells, David Sibley Estreno en el Festival de Berlín 6 febrero 2015; en Reino Unido 28 agosto 2015; en España 18 diciembre 2015
Las personas mayores están de enhorabuena en el cine; ante la escasez de papeles para gente de edad avanzada, la cartelera ofrece hoy dos estimulantes títulos protagonizados por ellos y sus anhelos e inquietudes, la amable y aparentemente intrascendente Un paseo por el bosque y este emotivo y delicado 45 años que nos regala un realizador muy a tener en cuenta a partir de ya, Andrew Haigh. El cine de este padre de familia se caracteriza por indagar en las relaciones íntimas entre personas, primero gays, con la premiada Weekend y la sensacional serie de televisión Looking, y ahora ancianas. Charlotte Rampling y Tom Courtenay dan vida a un matrimonio anclado en ese antiguo concepto del amor que obliga a seguir juntos tantos y tantos años porque sencillamente es en eso en lo que han aprendido consiste la vida. Hay amor y hay respeto, pero también negación de aspectos y episodios que irremediablemente empañan la ilusión de la media naranja en la que nos han enseñado consiste la vida y el amor. En la maravillosa Dublineses de John Huston, al final de la película Donal McCann se conmovía ante el relato desesperado de su esposa, Anjelica Huston, que confesaba un trágico suceso de su juventud que le marcó para toda la vida. Una reflexión final del confiado esposo revelaba hasta qué punto nadie conoce a nadie, ni a tu pareja, y siempre hay rescoldos de la vida que nos pertenecen sólo a nosotros, por no decir que es matemáticamente imposible que nadie comparta la totalidad de la vida de otro semejante, salvo en ocasiones tan trágicas como poco deseables. Este conmovedor y catárquico final de Dublineses se recrea de alguna manera en esta delicada película cuando una pareja de antiguos rebeldes e intelectuales contestatarios reconvertidos en burgueses de temperamento templado, se preparan para celebrar sus cuarenta y cinco años de casados junto a sus numerosas amistades y familiares, aún más ajenos a los acontecimientos que verdaderamente han marcado sus vidas y sentimientos. El desmoronamiento moral y sentimental que va sufriendo una extraordinaria Charlotte Rampling, que ha sabido envejecer con tanta naturalidad y dignidad que se ha convertido en una hermosísima mujer mayor, se convierte en eje de esta película que acaricia tanto a sus personajes como lo hace al espectador, tratado con mucho respeto y consideración para que paulatinamente haga suyas las emociones sufridas por este matrimonio tan aparentemente estable como amargamente ilusionado en una felicidad que no lo es tanto y que está plagada de decepciones e inseguridades. Por su parte Tom Courtenay, actor surgido con la Nueva Ola de los sesenta que protagonizaron directores como Tony Richardson o John Schlesinger y que dio salto a la fama internacional con Doctor Zhivago para luego caer en el olvido y ser recuperado en títulos como La sombra del actor de Peter Yates y El cuarteto de Dustin Hoffman, compone un personaje también rico en matices e inseguridades, que revela en el discurso final y posterior baile con su esposa esa frustración que acompaña a la existencia de quien se pregunta cómo hubiera sido una vida paralela basada en otras decisiones y acontecimientos. Ese baile final, por cierto, es al son de Smoke Gets in Your Eyes, el clásico de Jerome Kern que Irene Dunne cantara en Roberta e inmortalizaran The Platters tres décadas después, y que revela en su letra la ceguera que impera en nuestros sentimientos para no sentirnos sobrepasados por la cruda realidad del amor, algo que sólo se cura con una educación sentimental diferente y alejada de esa cultura judeocristiana que lo inunda irremediablemente todo. Rampling y Courtenay fueron premiados en Berlín por este trabajo, mientras ella además ha sido reconocida en la Seminci, los Premios del Cine Europeo y la Crítica de Los Angeles.
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