viernes, 4 de diciembre de 2015

GABRIEL UREÑA Y NOELIA RODILES: NOTAS PALADEADAS

Ciclo "Jóvenes Intérpretes" del Teatro de la Maestranza. Gabriel Ureña, violonchelo. Noelia Rodiles, piano. Programa: Sonata en La mayor nº 3 Op.69, de Beethoven; Fantasiestücke Op.73, de Schumann; Sonata en Re menor Op.40, de Shostakovich. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, jueves 3 de diciembre de 2015

Qué lástima que el ciclo de conciertos de jóvenes intérpretes siga siendo tan reducido, con lo reconfortante que es disfrutar del arrojo y la disciplina de estos jóvenes valores y de programas tan exquisitos, que vienen a paliar la sequía de música de cámara que padecemos en esta ciudad, sólo aliviada en parte por el ciclo de la Sinfónica. Naturales de Avilés, el violonchelista Gabriel Ureña y la pianista Noelia Rodiles encajan en el ciclo, aunque si el espíritu de éste es promover nuevos valores, ella y él están suficientemente consolidados, y lo demostraron con un concierto al más alto nivel de exigencia.

Aunque la cita se centraba fundamentalmente en Ureña, la pianista merecía igual atención, habida cuenta del protagonismo del instrumento en las piezas elegidas. No fue la Sonata Op. 69 de Beethoven un dechado de virtudes, pero funcionó considerablemente bien. Los intérpretes supieron encontrar su fino lirismo con naturalidad, aunque en el camino se deslizaran un par de notas falsas y algún desafortunado cambio de color.

Noelia Rodiles en el Pabellón de Juventudes
Musicales del Parque Mª Luisa el
9 de mayo de 2013
Al fraseo expansivo del violonchelista, aunque con demasiado vibrato para la naturaleza clásica de la pieza, se unió la fuerza y concisión de ella, si bien en conjunto se echara en falta un poco más de introspección y ternura. Las tres piezas de fantasía de Schumann, originales para clarinete y piano pero que el compositor permitía se tocasen al violín, viola o cello, son fragmentos concisos y rapsódicos a los que se enfrentaron con un acentuado lirismo y una considerable profundidad, especialmente en el arqueo de Ureña, hábil, sutil y sin esfuerzo aparente. La aportación de Rodiles fue fundamental en la Sonata Op. 40 de Shostakovich, paladeando con un intenso lirismo la emotiva melodía que protagoniza el allegro inicial. Ureña por su parte dominó con estilo el aire marcial predominante en la partitura, anticipando la sombría tragedia del largo. El chelo superó holgadamente las diabólicas armonías del scherzo, y juntos pusieron el punto final demostrando comprender la irónica exquisitez de la pieza. Unos Requiebros de Gaspar Cassadó rubricaron con gracia y vitalidad un concierto impecable.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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