Maria Rosaria D'Aprile |
Con elegantes ropas en riguroso rojo y negro, en perfecta conjunción quizás para potenciar la sensación de apasionamiento y seriedad que acertaron a transmitir con el programa elegido, los cuatro intérpretes hicieron gala de una humildad extraordinaria, la que se necesita para abordar con éxito las dos piezas seleccionadas. Y es que tanto el Cuarteto con piano nº 1 de Mozart como el nº 2 de Brahms exigen tal compenetración y empaste que apenas dan oportunidad para el lucimiento personal y obligan a los músicos a destacar sus matices, giros y colores al unísono, sin vanidades ni impertinencias. Si se consigue se triunfa, y ellas y ellos lo hicieron.
Ana Sánchez Barrueco |
Son sin duda dos piezas muy complejas; tal es así que la de Mozart conminó al editor Hoffmeister a liberar al genio de completar otras dos encargadas, debido a la dificultad para venderlas al público aficionado al que iban dirigidas. Sin embargo, los de la Bética lograron un difícil equilibrio psicológico y musical, alcanzando altas cotas de tensión armónica y contraste entre los movimientos más vitales y musculosos y los más dulces y delicados, sin duda fruto de un análisis concienzudo de la partitura. El de Brahms es aún más complicado, y si no se pone imaginación y creatividad puede resultar seco y aburrido. Pero la fantasía con la que lo abordaron D’Aprile y Thomas, el característico y disciplinado trabajo de Cogato y la enorme capacidad de seducción de Sánchez Barrueco, lograron una versión rotunda, introspectiva y a la vez enérgica, sin imposturas ni atisbo de artificiosidad. La única pega, que había poco público y merecen mucha más atención.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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