Italia-Francia 2016 134 min.
Dirección Marco Bellocchio Guión Valia Santella, Edoardo Albonati y Marco Bellocchio, según la novela de Massimo Gramellini Fotografía Daniele Cipri Música Carlo Crivelli Intérpretes Valerio Mastandrea, Bérénice Bejo, Guido Caprino, Barbara Ronchi, Fabrizio Gifuni, Emmanuelle Devos, Nicolò Cabras, Dario Dal Pero, Linda Messerklinger, Ferdinando Vetere, Roberto Herlitzka, Piera Degli Esposti Estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 12 mayo 2016; en Italia 10 noviembre 2016; en España 10 febrero 2017
La veteranía y la larga filmografía de Marco Bellocchio le hacen merecer los generosos elogios que recibe con cada nuevo trabajo que presenta, a pesar de que si uno mira hacia atrás no encuentra grandes títulos. Vincere, Buenos días, noche, El diablo en el cuerpo o incluso Las manos en los bolsillos, su segundo y muy celebrado en su momento (1965) largometraje, no pueden considerarse grandes obras, aunque sí escalones en el trabajo de un director tan artesano como comprometido con aquello que cuenta. Por su parte, el escritor y periodista Massimo Gramellini logró un enorme éxito de ventas con su novela autobiográfica Fai bei sogni, en la que se inspira este drama edípico, un gran y emotivo homenaje a la madre como fuente de amor e inspiración. El protagonista pierde con nueve años a su madre en extrañas circunstancias. La falta de claridad sobre lo sucedido, el secreto a voces que mantienen sus más allegados y una vida condicionada por esa falta de referente espiritual, debieron marcar tanto al redactor del Corriere della Sera que devino en este tributo sentimental que Bellocchio ha llevado en parte a su terreno. Resulta sintomático que el realizador repita en algunas de sus películas constantes con las que parece querer retratar una época y un ambiente que le son muy familiares y responden a muchas de las preguntas que hoy se hacen millones de italianos tan decepcionados y hasta estafados como nosotros los españoles. La Carrá en la televisión, los grandes shows televisivos de fin de año, la celebración en la calle y con fuegos artificiales de la llegada del nuevo año y con él la esperanza de que todo se solucione y nuestros miedos desaparezcan, son factores que hemos visto en otras películas suyas, como Buenos días, noche, donde en clave semidocumental y con aires un tanto tediosos, se narraba el secuestro y asesinato de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana Italiana y ex primer ministro de su país, por parte de las Brigadas Rojas. Precisamente Roberto Herlitzka, que dio vida a Moro en aquella película, protagoniza aquí una de las secuencias más emotivas del film, cuando como sacerdote intenta consolar a un ya adulto Massimo en relación a esa pérdida que no ha logrado superar y condiciona toda su existencia. Porque es en la calidez de algunas de sus secuencias donde reside el mayor atractivo de la cinta, donde la palabra escrita y magníficamente interpretada da un mayor sentido a esta por otra parte larga y a menudo morosa película. En realidad se trata de un bucle resuelto en demasiado tiempo y lastrado por efectos de enorme artificio, así como detalles imperdonables como el ridículo envejecimiento de algunos de sus personajes, o una música que ocasionalmente acentúa el carácter ñoño de la función. Podría haber sido una magnífica película sobre el amor a una madre, pero se queda en una cinta correcta y estimable, con el encanto de lo anticuado y la belleza de los buenos sentimientos.
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