USA 2016 119 min.
Dirección Nate Parker Guión Nate Parker y Jean McGianni Celestin Fotografía Elliot Davis Música Henry Jackman Intérpretes Nate Parker, Armie Hammer, Jackie Earle Haley, Gabrielle Union, Aja Naomi King, Penelope Ann Miller, Aunjanue Ellis, Mark Boone jr., Colman Domingo, Roger Guenveur Smith, Griffin Freeman Estreno en el Festival de Sundance 25 enero 2016; en Estados Unidos 7 octubre 2016; en España 17 febrero 2017
En su epopeya histórica de 1915, El nacimiento de una nación, David Wark Griffith ensalzaba el papel del Ku Klux Klan en la erradicación de las rebeliones afroamericanas y el freno a la liberación de la esclavitud conseguida tras la victoria yanqui de la Guerra Civil. Quizás de manera cínica Nate Parker ha titulado igual el reverso de ese legendario y cinematográficamente valioso testimonio, ilustrando la rebelión que lideró el esclavo Nat Turner treinta años antes de la guerra. Parker tiene a sus espaldas una carrera de diez años como actor secundario hasta Non-Stop de Jaume Collet-Serra, y un solo protagonista en la romántica Beyond the Lights, hasta asumir labores de director, guionista, productor y actor protagonista en esta película de tan loables intenciones como discutibles logros cinematográficos. Su triunfo en Sundance, donde cosechó el Premio del Público y el Gran Premio del Jurado, hacía presagiar una carrera más fructífera, abortada por el nulo caso que se le ha hecho en plena época de reconocimientos anuales. Sus premisas son válidas, presentándonos a un esclavo instruido, lo que le ha valido el puesto de predicador, partícipe a la vez del legado de sus tradiciones como oriundo africano, y dispuesto a asumir su papel de esclavo en el seno de una familia más tolerante y amable de lo que suele retratar el cine en estos casos. Pero todo eso ocupa tanto metraje antes de estallar la rebelión tipo Espartaco que desequilibra mucho el conjunto, mientras las atrocidades perpetradas contra los negros no distan mucho de las ya mostradas en otras célebres incursiones sobre el género, con Raíces y 12 años de esclavitud a la cabeza. Intenta en eso ser contenida, a pesar de dos momentos especialmente duros, y procura ser detallista y minuciosa en su tratamiento cinematográfico, pero acaba resultando un tanto redundante, aunque no por ello menos necesaria, pues la barbarie humana nunca se denuncia suficiente, y la identidad del ser humano como individuo y como sociedad, merece siempre un digno reconocimiento y reivindicación. Españoles y portugueses contribuimos a esa vergüenza de la esclavitud de forma definitiva y no escapamos por ello al nauseabundo y extremadamente cruel episodio que durante más de un siglo protagonizó la tierra de las oportunidades, pionera en democracia, derechos y libertades, y que hoy vuelve a peligrar cuando creemos que somos más civilizados y que los atropellos al ser humano son monopolio de las civilizaciones más atrasadas. Bien por Parker por acercarse a sus raíces y al dolor de su pueblo, pero si lo hubiera conseguido con más ahínco y talento para enganchar, como hizo Mel Gibson con su William Wallace de Braveheart, lo hubiéramos agradecido más.
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