Guión y dirección Javier Ambrossi y Javier Calvo Fotografía Migue Amoedo Música Leiva Intérpretes Macarena García, Anna Castillo, Belén Cuesta, Gracia Olayo, Richard Collins-Moore, María Isabel Díaz, Secun de la Rosa, Esti Quesada Estreno en el Festival de San Sebastián 27 septiembre 2017; en salas comerciales 29 septiembre 2017
Los Javis son pareja artística y sentimental; uno de ellos pidió matrimonio al otro en la premiere madrileña de esta película. Juntos revolucionaron el mundo de las series on line con Paquita Salas, una comedia en torno a una carismática agente de actores y actrices a la que da vida el actor Brays Efe, así como el del teatro amateur con un simpático musical en el que dos jóvenes descubren profundos cambios en su vida y personalidad a raíz de su experiencia en un campamento de verano religioso. Suena muy catecumenal pero se aleja considerablemente de esa apariencia a través de un canto limpio y emocional a la libertad y la propia identidad, aderezado con números musicales. Esta es la adaptación al cine de un fenómeno teatral que dio el salto de ambientes alternativos a otros de carácter oficial, llenando teatros a lo largo de casi toda la geografía española. En su traslación los jóvenes directores evidencian una considerable falta de visión cinematográfica que esperemos sean capaces de remediar en futuros trabajos. Y es que ofrecen una estupenda historia, servida con un buen guión y un puñado de ideas brillantes, en manos de cuatro actrices que ofrecen lo mejor de sí mismas, si bien Belén Cuesta anda un poco pasada de rosca, dentro de una puesta en escena que no disimula sus orígenes escénicos, por mucho que de vez en cuando la acción se traslade a una discoteca o un bosque. En esencia tenemos a dos jóvenes (soberbia Anna Castillo, que tras obtener el Goya revelación por El olivo, triunfa en la serie de televisión Estoy vivo) y dos religiosas (magnífica Gracia Olayo como madre Bernarda, recién aterrizada en el campamento para poner orden en el mismo), encerradas habitualmente en las cuatro paredes del barracón, la cocina, la buhardilla o el baño, despreciando los espacios abiertos y, lo que es peor, la reaparición de personajes secundarios cuya huella se pierde a los pocos minutos de la introducción. Lo peor sin embargo reside en una falta de pericia e imaginación para dar empaque a los números musicales, bien defendidos tanto por las protagonistas como por el divino Richard Collins-Moore, aunque tenga que rebajar el tono para resolver las difíciles canciones de Whitney Houston con las que ilustra el mensaje del Señor. Una lástima, porque destella gracia y buenos propósitos, además de proponer situaciones en las que nadie cuestiona ni juzga, a pesar del peso habitualmente concedido a la Iglesia y sus integrantes para censurar. Aunque se trate de un film divertido, con buenos apuntes y méritos suficientes, para que la música haga milagros en el cine tiene que estar bien presentada.
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