Dirección Norberto López Amado Guión Jorge Guerricaechevarría Fotografía David Omedes Música Julio de la Rosa Intérpretes Belén Rueda, Iván Mendes, Manolo Cardona, Marián Álvarez, Florín Opritescu, Malcolm Sitté, Nick Devlin, Marta Belaustegui, Enrico Lo Verso Estreno 2 febrero 2018
Cada vez que Mediaset produce un nuevo trabajo para la gran pantalla, le dedica una publicidad tan enorme que casi hace imprescindible ir a verlo, y encarga el proyecto a un director curtido en la televisión. Además de haber dirigido algún largometraje (La decisión de Julia) y un documental (¿Cuánto pesa su edificio, Sr. Foster?), López Amado se ciñe a ese requisito del gigante audiovisual a través de sus trabajos en series como El tiempo entre costuras y El Príncipe. Sus formas son bastante televisivas, pero ese no es su principal problema. La falta de nervio y convicción a la hora de contar una historia con ingredientes tan duros y difíciles como ésta, y sobre todo la torpeza de un guión que no sabe aprovechar sus posibilidades, dan al traste definitivamente con esta película, que no merece más que considerarse mala. El uso de niños soldados en el corazón de África, la eternización de conflictos armados que diezman y torturan a la población, y la miseria de occidente, que aprovecha los recursos naturales a costa de muerte y destrucción, en este caso el coltán, un comercio sangriento que alimenta nuestros dispositivos digitales, dan para comprometerse a un film cuanto menos interesante. Las andanzas de Laura (una esforzada Belén Rueda que a pesar de su empeño no consigue hacer remontar la endeble propuesta) en una improbable búsqueda de su hermana (Marián Álvarez), una colaboradora de ONG que habita entre rebeldes, no logra insuflar emotividad ni inquietud a una platea que asiste a una serie de desgracias y situaciones de peligro casi sin inmutarse ni implicarse. Falta solidez en su narración, nervio en su dirección y convicción en su guión. Todo es farragoso y artificial, no llegamos nunca a conocer a sus protagonistas, y ni la sobria interpretación del adolescente Iván Mendes, popularizado en la serie Estoy vivo, logra elevar ni un ápice el interés de un producto absolutamente malogrado y evitable. Con lo positivo que es que Mediaset gaste tanto en dinero en producción y publicidad, debería controlar mejor que el resultado final merezca más la pena.
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