USA 2017 132 min.
Dirección Ridley Scott Guión David Scarpa, según el libro de John Pearson Fotografía Dariusz Wolski Música Daniel Pemberton Intérpretes Michelle Williams, Mark Wahlberg, Christopher Plummer, Romain Duris, Charlie Plummer, Timothy Hutton, Charlie Shotwell, Giuseppe Bonifati, Marco Leonardi, Andrea Piedimonte, Nicolas Vaporidis Estreno en Estados Unidos 25 diciembre 2017
No es frecuente que un director haga dos películas en un año, y menos en la actualidad. Después de la decepción que supuso su vuelta al universo Alien que tanta fama le reportó, Ridley Scott sorprende con este sólido thriller que recrea un dramático episodio de la crónica negra italiana, cuando en 1973 el nieto y heredero del hombre más rico del mundo fue secuestrado en Roma y su abuelo hizo caso omiso a las peticiones de rescate por parte de sus secuestradores y su sufridora nuera, madre de la víctima. Pero recrea este suceso a la manera en que se hacía antes, inventando y añadiendo hasta darle la forma cinematográfica rotunda y definitiva que demanda. El acierto mayor de Scott sin embargo ha consistido en abordar la empresa como si se tratara de una gran tragedia lírica, condicionando toda la trama al hecho de que se produjera en Italia, cuna del Imperio Romano, que importó la tragedia griega a sus escenarios y modos de vida, y propició el auge y consolidación de la ópera en el siglo XIX con los talentos de Bellini, Rossini, Donizetti y, sobre todo, Verdi. Daniel Pemberton, músico que cada vez pisa con mayor firmeza y revalida su importancia como nueva voz muy a tener en cuenta en el mundo de la música cinematográfica, lo ha entendido bien y ha tejido una partitura, al margen del uso explícito de voces operísticas, muy en línea con la estética verdiana, melódica, lírica y amenazante cuando procede. Este es el ambiente en el que Scott teje su particular visión sobre la miseria y la misericordia, con el magnate avaricioso y sin escrúpulos al que da vida Christopher Plummer por un lado, y su nuera, su responsable de seguridad y uno de los secuestradores del otro, antagonistas de una función que ofrece más esperanza y optimismo del que cabe esperar, frente a la mezquindad humana y la perversidad inherente al tratamiento dramático y la visión de los hechos que arroja sobre tan trágico acontecimiento. La última película del director de Blade Runner merece mucha más atención de la que se le dispensa con motivo de la escandalosa sustitución de su protagonista inicial, Kevin Spacey, tras ser denunciado por supuestos acosos sexuales acaecidos hace años, por Christopher Plummer, con quien se volvieron a rodar todas las secuencias en las que aparecía el desgraciado protagonista de Sospechosos habituales y American Beauty; para hundir aún más su carrera, Plummer ha recibido encendidos elogios y una nominación al Oscar como secundario. Pero lo mejor de la cinta no es la interpretación del Capitán Von Trapp, inmenso por supuesto aunque también son sobresalientes las del resto del elenco, sino su suntuosa puesta en escena y la renuncia a un género convencional para convertirla en un gran drama familiar y humano que combina tragedia clásica y drama lírico. Como curiosidades, el actor que da vida al secuestrado se llama Charlie Plummer, pero no tiene relación familiar con su abuelo en la ficción; y Marco Leonardi, joven galán famoso a principios de los noventa por Cinema Paradiso y Como agua para chocolate, interpreta aquí a un capo mafioso, cambiando su dulce rostro de joven enamorado por otro de registro duro e inclemente, cicatrizado por el paso del tiempo.
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