Guión y dirección Ramón Salazar Fotografía Ricardo de Gracia Música Nico Casal Intérpretes Bárbara Lennie, Susi Sánchez, Miguel Ángel Solá, Greta Fernández, Richard Bohringer Estreno en la sección Panorama del Festival de Berlín 20 febrero 2018; en salas comerciales 23 febrero 2018
Los choques generacionales y traumáticos entre madres e hijas han protagonizado muchas historias en el cine, unas basadas en la vida real, como la de Carrie Fisher y Debbie Reynolds en Postales desde el filo, otras en exitosas obras teatrales, como Agosto (también con Meryl Streep), otras en catarsis emocionales, como Tacones lejanos de Almodóvar, y otras son obras maestras, como Sonata de otoño de Bergman, homenajeada por Woody Allen en September. Pero casi siempre se han basado en problemas de aceptación por parte de la hija del éxito de la madre, o de falta de atención de ésta hacia su retoño. Ramón Salazar, el director malagueño cuya carrera sufrió un brusco cambio cuando en 2013 realizó 10.000 noches en ninguna parte, tras un cortometraje, Hongos, y dos largometrajes, Piedras y 20 centímetros, que exploraban su lado más casposo y almodovoriano, se ha decantado por un tema aún más doloroso y traumático a la hora de retratar una difícil relación maternofilial, el del abandono. Lennie interpreta a una mujer madura que encuentra a su madre, una Susi Sánchez ahora popular protagonista del papel cuché, que la abandonó cuando sólo tenía ocho años, para proponerle una convivencia de diez días con intenciones poco claras o, si se quiere, ambiguas. La madre renuncia así a esa libertad y rebeldía que le impulsó treinta años atrás a cometer tan reprobable conducta, no se sabe si por curiosidad, moralidad o ese poco de instinto maternal que seguramente le queda. Salazar, con la impagable ayuda de dos actrices en estado de gracia entregadas a un duelo antológico, plantea inteligentemente su historia como un thriller psicológico en el que determinados episodios propician la intriga y prometen consecuencias inimaginables, hasta desembocar en un final, si se quiere sorprendente o redentor, que cierra de alguna manera lógica ese ciclo vital que relaciona a sus protagonistas. Lo interesante es que el director y guionista no juzga a sus personajes ni sus motivaciones, les permite esa misma libertad que conduce nuestro libre albedrío, y les permite desarrollarse con naturalidad y desparpajo. Lo malo es el ritmo que imprime a su fábula, demasiado lento, como si quisiera emular al Bergman de referencia pero perdiendo el ritmo en más de una ocasión, y con el peso que supone dejar desnudos unos personajes que exigen más desarrollo e información, cuyos gestos no parecen suficientes para transmitir toda la zozobra y emoción que una situación tan dolorosa como ésta conlleva. El ejercicio se queda de esta forma a medio camino, sobresaliendo por su austera y muy meditada puesta en escena y sus excelentes interpretaciones, pero abandonando en el camino cualquier atisbo de emoción a favor de unas limitaciones en retórica y trama que acaban provocando justamente aquello de lo que huye, impostura, cuando debería ser más afilada al retratar la enfermedad de una madre que busca siempre el domingo.
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