Alemania 2018 125 min.
Dirección Thomas Stuber Guión Thomas Stuber y Clemens Meyer Fotografía Peter Matjasko Intérpretes Franz Rogowski, Sandra Hüller, Peter Kurth, Henning Peker, Matthias Brenner, Ramona Kunze-Libnow Estreno en el Festival de Berlín 27 febrero 2018; en Alemania 24 mayo 2018; en España 12 abril 2019
Galardonada con la Espiga de Plata en el Festival de Valladolid, la cinta cuenta una original historia de amor imposible entre las paredes de un supermercado, microcosmos en el que desarrollan sus grises vidas un puñado de trabajadores y trabajadoras que no parecen tener otro horizonte que el de servir en sus correspondientes puestos. Una metáfora del mundo en el que vivimos, fuertemente capitalista, sometido a los dictados de la producción y la necesidad irrevocable de obtener ingresos para sobrevivir y poder seguir dando servicio a una sociedad diseñada por unos poderes fácticos que controlan nuestra existencia.
En ese desolador marco el director Thomas Stuber recurre el sonido, la música y el mar principalmente, para evocar estados del alma. Especialmente notorio es el sonido de este último, evocador de un paraíso, el que se le ha negado a la clase trabajadora, quizás echando mano de una licencia dramática extremista, domesticada para la resignación (en este sentido el paso por el reformatorio del protagonista es muy elocuente).
Franz Rogowski realiza una sorprendente caracterización del orden del autismo emocional, en las antípodas de su personaje de hijo salvaje y desquiciado de Isabelle Huppert en Happy End de Haneke, que le ha valido el reconocimiento como mejor actor en los premios del cine alemán. Mientras Sandra Hüller (Toni Erdmann) le da la réplica romántica, única posibilidad al parecer de huir a ese paraíso tan lejano y tan extraño a las asépticas y ordenadas paredes del supermercado, cúspide de la sociedad capitalista a la que también se ha rendido una Alemania una vez fragmentada por defender unos ideales utópicos. No recomendable sin embargo para alérgicos a la narrativa lenta y silenciosa.
En ese desolador marco el director Thomas Stuber recurre el sonido, la música y el mar principalmente, para evocar estados del alma. Especialmente notorio es el sonido de este último, evocador de un paraíso, el que se le ha negado a la clase trabajadora, quizás echando mano de una licencia dramática extremista, domesticada para la resignación (en este sentido el paso por el reformatorio del protagonista es muy elocuente).
Franz Rogowski realiza una sorprendente caracterización del orden del autismo emocional, en las antípodas de su personaje de hijo salvaje y desquiciado de Isabelle Huppert en Happy End de Haneke, que le ha valido el reconocimiento como mejor actor en los premios del cine alemán. Mientras Sandra Hüller (Toni Erdmann) le da la réplica romántica, única posibilidad al parecer de huir a ese paraíso tan lejano y tan extraño a las asépticas y ordenadas paredes del supermercado, cúspide de la sociedad capitalista a la que también se ha rendido una Alemania una vez fragmentada por defender unos ideales utópicos. No recomendable sin embargo para alérgicos a la narrativa lenta y silenciosa.
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