USA 2019 101 min.
Dirección Dennis Widmyer y Kevin Kolsch Guión Matt Greenberg y Jeff Buhler, según la novela de Stephen King Fotografía Laurie Rise Música Christopher Young Intérpretes Jason Clarke, Amy Seimetz, Jeté Laurence, John Lithgow, Hugo y Lucas Lavoie, Pbssa Ahmed, Alyssa Levine Estreno en España y Estados Unidos 5 abril 2019
No nos engañemos, en América todo se hace y se calcula para hacer caja; es la cumbre del capitalismo y esa es la cultura que nos guste o no han exportado a todo el mundo que consideramos civilizado. La costumbre en su cine de volver una y otra vez a películas que tuvieron éxito tiene también aquí su razón de ser. No ven cine hablado en otra lengua que no sea inglés porque las estrenan subtituladas, y eso no les mola. Así que cuando ven en alguna la posibilidad de rentabilizarla, compran los derechos y le hacen el remake.
No ven cine clásico, de manera que para perpetuar las generaciones que sigan dejándose seducir por historias de demostrada solvencia, les hacen nuevas versiones, y Stephen King es garantía segura, así que en los últimos años hemos asistido, con peores resultados que sus predecesoras, a las nuevas versiones de Carrie, It (y eso que su predecesora era un telefilm) y ahora este Cementerio de animales que no parece poder competir con la pobretona Cementerio viviente que se estrenó en 1989. Para dirigirla se ha optado por un tándem especializado en el género con películas de serie B como Absence, Starry Eyes y Holidays, y que ahora preparan la segunda parte de Mamá. Y para escribirla se han confiado al autor de The Prodigy y las nuevas versiones que se estrenarán en breve de El grito y La escalera de Jacob.
Mucho refrito y muy poca sustancia, porque Cementerio de animales apenas logra explotar todos los malsanos ingredientes que tenía la novela de King, desde esa peligrosísima e insólita carretera plagada de camiones, al cementerio indio cuyos ancestros han maldecido para desesperación de sus actuales moradores. Widmyer y Kolsch no logran por lo tanto generar la atmósfera adecuada, que no se consigue con una aburridísima y constantemente plana banda sonora del otrora interesante Christopher Young, y se confían a los sempiternos sustos y situaciones recurrentes, sin lograr tampoco combinar adecuadamente esa realidad y fantasía que en el libro cocinaban una trama verdaderamente inquietante.
Al final solo merece la esforzada interpretación de la sufrida niña protagonista, Jeté Laurence, que habrá vivido sus cambios de registro y violencia desmedida con incómodas políticas de protección para rodar sin ser consciente de su intervención en un film que no resulta tan macabro como debiera, aunque sí extremadamente violento, para variar.
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