Irlanda-USA 2019 98 min.
Dirección Neil Jordan Guión Neil Jordan y Ray Wright Fotografía Seamus McGarvey Música Javier Navarrete Intérpretes Isabelle Huppert, Chloë Grace Moretz, Maika Monroe, Stephen Rea, Colm Feore, Zawe Ashton Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2018; en Estados Unidos 1 marzo 2019; en España 24 mayo 2019
El director de Mona Lisa, Juego de lágrimas y Entrevista con el vampiro parece con este título querer recuperar el éxito que sus últimas películas, La extraña que hay en ti, Ondine y Byzantium, no le han reportado. Para eso recurre al siempre agradecido género del thriller psicológico, con psicópata acosando a la típica joven ingenua que tan buenos resultados suele dar en taquilla. Lástima que toda la primera mitad de la cinta quede desvelada sin compasión por el lamentable tráiler que no habrán podido evitar quienes asistan habitualmente a una sala de cine.
La segunda sin embargo acumula disparates en ocasiones tan irritantes que amenazan con invalidar toda la propuesta de su director por convertir una lacra social tan alarmante como es la soledad no deseada, en un desasosegante juego del gato y el ratón. Curiosamente sin embargo, cada uno de esos disparates, o al menos la mayoría, va quedando justificado de forma más o menos convincente conforme avanza su tibia pero enrevesada trama, incluido una de esas imperdonables trampas de guión que harían claudicar a más de uno y una cinéfila mínimamente exigente.
Entre los alicientes más evidentes de la cinta se encuentra por supuesto la presencia de Isabelle Huppert, que no necesita mucho para encarnar uno de esos personajes siniestros y embaucadores que tan bien se le da desde que Haneke la convirtiera en La pianista, profesión por cierto que comparte con la protagonista de esta cinta. Destaca también la joven roba planos Maika Monroe como amiga comprometida de una Chloé Grace Moretz eficaz y complaciente. Jordan por su parte consigue imprimir a la cinta de ritmo, interés y atmósfera hasta cierto punto malsana, mientras el español Javier Navarrete construye una partitura convencional para este tipo de producciones, atonal y atmosférica que ni entusiasma ni espanta, mientras juega con dos popularísimas piezas de Liszt con importante cometido en el guión, el Sueño de amor y la Rapsodia Húngara.
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