En una secuencia de La vie en rose Edith Piaf, interpretada por Marion Cotillard, deja caer la silla en la que está sentada en un restaurante de Nueva York cuando Marlene Dietrich se acerca a ella para conocerla. Una diosa presentándose y el impulso nervioso obró el incidente. Es una emocionante escena que explica la merecida fascinación que ejercía la protagonista de Marruecos y Arizona en toda persona que la conocía, en la pantalla que la mimaba y en los registros sonoros que también la inmortalizaron.
Hace treinta años una joven Ute Lemper triunfaba en París con su particular recreación de Sally Bowles en Cabaret. La prensa se deshizo en elogios con ella, definiéndola como la sucesora de Marlene Dietrich. Avergonzada por la comparación Lemper escribió a la estrella de Holywood, que por entonces residía en París, disculpándose por la osadía, a lo que ella respondió con gratitud por teléfono. La recreación fantaseada de esa conversación sirve ahora para un espectáculo que la reina del cabaret alemán pasea por los escenarios de todo el mundo desde noviembre del año pasado. Sevilla ha tenido el privilegio de acogerlo junto a otras dos plazas españolas, La Coruña y San Sebastián, donde actúa mañana y el sábado primero de junio. La última vez que pudimos disfrutar de Ute Lemper en Sevilla fue hace nueve años en el Patio de la Diputación, y solo tres meses antes en un espectáculo de Mario Gas en este mismo escenario, el Lope de Vega.
Un ejercicio de nostalgia y admiración
A partir de ahí un repaso por la vida, los amores (Piaf la cautivó y Jean Gabin la enamoró; al segundo dedicó Dejeuner du matin de Joseph Kosma y Ne me quitte pas de Brel, un clásico en el repertorio de Lemper), su condición de apátrida asqueada de los nazis, su incontinencia sexual, su compromiso con las tropas norteamericanas enviadas a la guerra y su fracaso como madre, para culminar en su otoñal y tierna relación con el irrepetible Burt Bacharach, que sirvió para terminar la función con la maravillosa What the World Needs Now Is Love.
En el camino no faltaron las legendarias canciones de Frederick Hollander, Falling in Love Again y Lola de la película de von Stromberg que la catapultó a la fama, El ángel azul. También desgranó unas personalísimas versiones de Blowin’ in the Wind de Dylan y por supuesto el himno Lili Marleen con el que tanto se relaciona a la estrella de Berlín Occidente, Testigo de cargo, ambas de Billy Wilder, y Vencedores o vencidos.
Lemper pagó así esta deuda de más de treinta años, impostando la voz para imitar la de Dietrich, rota, profunda, lineal y directa, y combinándolo con su propio estilo, en el que aún se aprecian ecos de su pasado punk, sus coqueteos con la vanguardia, así como el gusto por las grandes voces del jazz, modulando a discreción y con un sentido de la teatralidad excepcional. Se alzó ante nosotros como una gran dama de la canción, llenando con solo su presencia, elegantemente vestida, el escenario del Lope de Vega, aún más hermoso y exquisito que en otras ocasiones gracias al milagro y la magia de un impagable reducto del espectáculo brillante, equilibrado y sensacional que solo grandes artistas como ella son capaces de ofrecer.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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