Cada vez son más los espacios que ofrecen a los jóvenes intérpretes la posibilidad de dar a conocer su talento y profesionalidad, añadiendo a su formación académica la imprescindible puesta en práctica de su pericia y conocimientos. La Casa de los Pianistas, dentro de una programación que la mantiene viva prácticamente los siete días de la semana y que no mucha gente se ha parado a descubrir, brinda esta oportunidad en sus ciclos dedicados a jóvenes talentos y a alumnos de los conservatorios andaluces.
Aún nos parece mentira que estando enclavada en un lugar tan emblemático como la Puerta de la Carne, a la entrada del Barrio de Santa Cruz, no sean más los turistas, entre otros, que aprovechen la oportunidad de relajarse un rato tras tanto ajetreo viajero escuchando las buenas propuestas de Yolanda Sánchez, su directora y artífice. Es un aliciente con el que no cuentan muchas de las grandes ciudades turísticas del mundo, y que aquí debería ir ya transformándose en un referente y no dejarlo languidecer como ocurre con tantas otras iniciativas de igual calado.
Integrado por dos alumnos y una alumna que se encuentran en la veintena finalizando sus estudios en el Conservatorio Manuel Castillo, el Trío Nicht Laufen, que podríamos traducir algo así como Sin prisas, presentó un programa muy exigente y complicado, con páginas excelsas de la composición camerística con el clarinete como eje central, tal como comentábamos hace dos meses a propósito del Duo Kahlo, y altas posibilidades de lucimiento para los tres instrumentos convocados, que cada uno y una procuró aprovechar en la medida de sus posibilidades. Lástima que no estuvieran a la altura en el sensacional Trío de Brahms, contemporáneo, casi estudio previo, del magnífico Quinteto. Una exhibición tosca, de líneas melódicas poco definidas, casi una amalgama de sonidos yuxtapuestos a menudo sin equilibrio ni coordinación, dieron al traste con la primera de las obras interpretadas. Las notas estuvieron ahí, pero no la expresividad ni el matiz. Afortunadamente el aire desenfadado y aparentemente ligero del Trío de Beethoven encontró mejor eco en los jóvenes intérpretes, haciendo gala de dominio técnico y cierta pericia virtuosística que bien aprovechó la violonchelista en el Adagio con espressione y los tres músicos, hábilmente conjugados, en el infatigable Tema con variazioni final.
En la segunda parte desgranaron fragmentos con los que confesaron haber ya experimentado en otras comparecencias anteriores, como el Andante con moto central del Gran Dúo Concertante de Carl Maria von Weber con el que Iván Camacho procuró lucir en el clarinete, manifestando un control técnico no parejo al expresivo, algo crudo y encorsetado, incluidos cambios de registro y tono puntualmente incómodos. Laura Marín desentonó en los difíciles pianissimi de Requiebros de Gaspar Cassadó, obra ciertamente difícil y compleja que halló sin embargo algunos destellos de luz y color en la joven violonchelista. Mientras, Rubén Millán, que acompañó con cierta eficiencia no exenta de individualismo en las piezas anteriores, lo que empañó la compleja combinación de timbres, ofreció una muy competente revisión del Allegro appasionato de las Escenas románticas de Granados, con un considerable aliento romántico y generoso temperamento. No cabe duda de que juntos o por separado están preparados para enfrentarse con dignidad a repertorios amplios en espacios íntimos y reducidos, y que el esfuerzo y la práctica irán limando sin prisas asperezas y dificultades; en ello confiamos.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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