XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Cuarteto Almaclara: Raquel Batalloso e Irene Fernández, violines. Miriam Gallardo, viola. Beatriz González, violonchelo. Programa: Cuartetos nº 4 Op. 18 nº 4 y nº 7 Op. 59 nº 1, de Beethoven. Martes 21 de julio de 2020
Nacieron hace más de una década como respuesta al claro predominio masculino en el mundo de la composición y la interpretación musical, no con aspiración de lucha sino de reivindicación de género, para ir fomentando la semilla que habrá de germinar algún día en una evidente y justa igualdad. Si hoy ésta aún no existe se debe claramente al lugar que durante tanto se le ha denegado sistemáticamente a la mujer, el de la creación artística. Todavía hoy va alzando poco a poco su vuelo tras tanto tiempo de letargo y sinrazón que ha obligado al género femenino a adoptar otros roles más artificiales que naturales y le han alejado de su propia toma de decisiones. Bien como orquesta o como cuarteto surgido de sus filas, el Almaclara – nombre que deriva de Alma Mahler y Clara Schumann - ha realizado durante estos años multitud de conciertos en los que entre otras páginas ha recuperado música compuesta por mujeres y ha aportado su particular sensibilidad, exenta de inútiles maniqueísmos, en diversas salas de la ciudad, especialmente la Sala Cero de la calle Sol. En esta ocasión se han propuesto el reto de ofrecer una visión lo más completa posible de la música para cuarteto del homenajeado por antonomasia del año, Beethoven, interpretando cuatro de sus obras para este género que abarcan los distintos períodos creativos del autor y facilitan la distinción formal y expresiva entre ellos. Dos las ofrecieron anoche y las otras dos lo harán a finales del presente ciclo, en septiembre.
Hay que lamentar que el arranque fuera tan desapacible, con una entrada del cuarto de los seis cuartetos op. 18 realmente desangelada, acusando un primer violín seriamente desafinado, de líneas imprecisas, en lo que a buen seguro tuvo que influir la humedad reinante en el ambiente, tras la brutal bajada de temperatura y la lluvia y sorprendente granizada caída durante la mañana de ayer. Fue en este instrumento donde más se apreció este inconveniente, quizás porque su papel en este cuarteto del primer período es absolutamente protagónico. Considerado por el propio autor como un ejercicio de ensamblaje de las convenciones formales de la época, las integrantes del conjunto supieron al margen de imperfecciones técnicas transmitir el carácter patético del allegro inicial, con acordes crispados y bruscos sforzandi, que en el andante se tornó afable y humorístico, y casi heroico en un menuetto falto sin embargo de garra y hasta cierto punto de cohesión, salvado en el allegro final con altas dosis de vehemencia y un enérgico ritmo.
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Foto: Actidea |
Allí donde hubo defectos de forma e imperfecciones técnicas, más apreciables en el violín de Raquel Batalloso que en el resto de sus compañeras, hubo también un considerable cuerpo y una fuerte expresividad que solo se consigue con un trabajo arduo y concienzudo. A pesar de lo apuntado, Batalloso no desfalleció en ningún momento y mostro un evidente dominio del fraseo y el legato, manteniendo una línea melódica sólida y apreciable, mientras el resto de sus compañeras se afanaron en un discurso trasparente y fluido con ella. El arranque del Cuarteto nº 7, primero de los tres opus 59 que Beethoven dedicó al Conde Razumovski, resultó preciso y contundente a manos de la violonchelista Beatriz González, y a partir de ahí se benefició de un amplio desarrollo, especialmente logrado en sus episodios fugados. Tras un enérgico allegretto, la prueba de fuego que supone el intenso y doloroso adagio se superó con nota, desentrañando las vísceras de su melancólica melodía hasta derivar en un allegro en el que sus temas populares y danzables sirvieron de pretexto al conjunto para desplegar un amplio sentido del ritmo y unas considerables dosis de energía.
Artículo publicado en
El Correo de Andalucía
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