Dirección Jonathan Glazer Guion Walter Campbell y Jonathan Glazer, según la novela de Michael Faber Fotografía Dan Landin Música Mica Levi Intérpretes Scarlett Johansson, Paul Brannigan, Krystof Hádek, Scott Dymond, Adam Pearson, Jeremy McWilliams Estreno en el Festival de Venecia 3 septiembre 2013; en Reino Unido 14 marzo 2014; en España 10 julio 2020
En estos tiempos en los que aflora lo mejor y lo peor del ser humano, resulta sintomático que una pequeña distribuidora recupere un título incomprensiblemente desterrado de nuestras pantallas hasta ahora, en el que la observación de nuestra contradictoria conducta se erige en eje de la función. Nada más y nada menos que seis años hemos tenido que esperar en España para ver en una sala de cine la última propuesta cinematográfica de Jonathan Glazer, un director curtido en el videoclip de calidad, la videocreación y el cine con dos emblemáticas películas en su haber, Sexy Beast, una coproducción de 2000 con nuestro país que le reportó a Ben Kingsley una nominación al Oscar, y la fascinante Reencarnación, en la que Nicole Kidman sufría los malos influjos del mítico edificio Dakota de Nueva York, esta vez en forma de niño poseído por el espíritu de su marido difunto.
Pero si aquellos dos títulos aun mantenían cierta relación con la realidad convencional, en Under the Skin, que ha conservado aquí su título en inglés para no confundirla con la película de Francisco Lombardi de 1996, Glazer nos sumerge en un ambiente onírico y hasta cierto punto perturbador para contarnos la historia de una viuda negra, a la que Scarlett Johansson presta un físico rotundo y una mirada glacial, con mejores resultados que cuando interpreta a la otra viuda negra, la de Marvel. Esos ojos, a cuya fabricación asistimos nada más empezar la función, es la clave para comprender hasta donde sea posible este paseo que un cuerpo de mujer realiza por el paisaje humano y frecuentemente nocturno de una nutrida Glasgow. De este modo Glazer parece querer desglosar el libro de Michael Faber en el que se ha basado, quizás para trazar una inteligente disección de la violencia machista, vista y perpetrada desde el otro ángulo, el de la mujer que experimenta la sed de venganza, pero que al contrario que sus verdugos y ahora víctimas, puede experimentar una sorprendente metamorfosis hasta adquirir una capacidad de compasión que es en última instancia lo que la diferencia del género opuesto.
Pero todo en el film puede ser mera elucubración y que estemos asistiendo a un juego tan maquiavélico y enigmático como los que nos ha estado proponiendo David Lynch desde su ya legendaria Terciopelo azul. Poca palabra y mucha imagen sugerente y envolvente utiliza el avezado realizador para provocar un inusitado interés en el espectador que no decae pero perturba, especialmente cuando pone en escena un desasosegante juicio final en el que víctimas y verdugos son reducidos a la piel que esta mantis religiosa necesita para completar su particular paseo por un planeta que se autodestruye sin pausa ni contención. Con unas premisas así y la siempre estimulante presencia de la protagonista de Match Point, resulta incomprensible que no haya encontrado distribución en nuestro país, aunque tampoco su paso por distintos festivales pareció lograr el reconocimiento del que disfruta siete años después. Tan solo su magistral banda sonora, obra de la vanguardista y experimental Mica Levi (Monos, Jackie), fundamental para dotar al film de toda su inquietante expresividad, suscitó en su momento la atención que el conjunto merece, llegando a ganar el premio del Cine europeo en ese apartado.
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