viernes, 31 de julio de 2020

CAPILLA JERÓNIMO CARRIÓN: EL LADO AMABLE DE LA CORTE

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Capilla Jerónimo Carrión: Delia Agúndez, soprano. María Alejandra Saturno, viola da gamba. Alicia Lázaro, laúd renacentista. Programa: En tierras lejanas (obras de Pierre Attaignant, Cancionero de Segovia, Cancionero de Palacio, Odhecaton, Juan Vasquez, Diego Ortiz, Archivo de la Catedral de Segovia y John Dowland). Miércoles 30 de julio de 2020

Foto: Actidea
Bajo el nombre de uno de los más prestigiosos y reconocidos compositores del Barroco español de entre los siglos XVI y XVII, Jerónimo Carrión, que fue además maestro de capilla de la Catedral de Segovia, se encuentra un inquieto grupo de músicos y profesoras dedicadas a la investigación, interpretación y recuperación de música creada en nuestras fronteras en el Renacimiento y el Barroco. A las Noches del Alcázar se acercó una pequeña representación, la laudista y directora de la Sección de Investigación Musical de la Fundación Juan de Borbón de Segovia Alicia Lázaro, y la violagambista y violonchelista venezolana María Alejandra Saturno, a quienes se unió un rostro y una voz bien conocida de nuestro público, Delia Agúndez, que volvió a encandilarnos con la dulzura de su timbre y elegante expresividad.

El programa diseñado para la ocasión rebosó interés y atractivo. Aunque con música compuesta y recopilada en época de los Reyes Católicos, se trató de conmemorar el quinto centenario de la primera circunnavegación de la Tierra a cargo de Magallanes y Elcano, gesta alrededor de la cual han surgido muchas propuestas en esta edición número veintiuno de las Noches del Alcázar. Para ello las integrantes de la Capilla Musical se fijaron en autores y compilaciones de diversos países de nuestro entorno, músicas viajeras como las llamó Lázaro, en distintos idiomas pero con un estilo sorprendentemente parecido, lo que da idea de la capacidad que había también entonces, a años luz de la tecnología actual, para interrelacionarse e influirse, gracias fundamentalmente a reinados interconectados por sus discutibles moradores. Así se destacó el lado más lúdico y relajado de la Corte de Isabel I, reverso de su mano dura y del perfil eminentemente fascista que hoy acuña tras por fin despojársele de la careta. Delia Agúndez tuvo que esforzarse en varios idiomas, como corresponde a las piezas recopiladas en archivos y libros del prestigio del Cancionero de Palacio, el Cancionero de Segovia o el Harmonica Musicas Odhecaton veneciano. En la estructura de la propuesta no faltaron las oportunas traducciones convenientemente dramatizadas de Agúndez, glosadas por el laúd de Lázaro y su curiosa tendencia a propiciar sonidos extasiados y respiratorios intolerables para misófonos, fruto indudable de su apasionada dedicación, como también lo fueron sus gestos de simpático acercamiento al público y sus útiles e ilustrativos apuntes beneficiados de su proverbial facilidad para la oratoria. 

Agúndez acarició las notas del rico muestrario seleccionado con su canto dulce, perfectamente ornamentado, fraseado con buen gusto y con el aliciente imprescindible de conservar un timbre sedoso, sincero, sin atisbo de impostación, y manteniendo inteligentemente esa necesaria distinción entre estilos, del sacro del Archivo de la Catedral de Segovia al profano de Pierre Attaignant, maestro de la chanson e innovador impresor musical de la época, o al popular compositor extremeño tan vinculado a la escuela sevillana Juan Vasquez, de quien ofreció una preciosa versión del célebre villancico ¿Con qué la lavaré?. Pero tuvo también deslices, como un inquietante desencuentro con las instrumentistas en Zephiro spira del Odhecaton impreso por Ottaviano Petrucci, fundamental para entender la evolución de las partituras, que las tres salvaron sin disimulo pero con habilidad. También en el amplio vocalise de Helás qui pourra devenir de Philippe Caron acertamos a distinguir dificultades en su línea de canto, detalles que no empañaron una interpretación esmerada de la soprano cacereña, que además defendió a la perfección un repertorio en francés, castellano, latín, italiano (con alegres y sensuales fróttolas) y un preciso inglés en los dos populares temas que cantó de John Dowland, el precioso Flow My Tears y el colorista Come Again Sweet Love. El viento hizo más de un estrago sobre el escenario, alguno especialmente cómico, pero Lázaro, Agúndez y Saturno mantuvieron estupendamente el tipo, ofreciéndonos una velada balsámica y evocadora a la que no fue ajeno el dominio de la violagambista venezolana, que combinó el instrumento soprano y el habitual bajo con total destreza y elegante sentido de la musicalidad.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario