Guion y dirección Fernando León de Aranoa Fotografía Pau Esteve Birba Música Zeltia Montes Intérpretes Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Nao Albet Estreno en el Festival de San Sebastián 21 septiembre 2021; en salas 15 octubre 2021
Tras su particular periplo en inglés tocando temas de carácter internacional con Un día perfecto y Loving Pablo, León de Aranoa regresa a los temas sociales que le interesan y más entroncan con la realidad de nuestro país. Como si de una operación de yin y yang se tratase, nos remontamos hace veinte años con Los lunes al sol para encontrar en este Buen patrón el reverso a la situación que planteaba aquella crónica del desencanto laboral español. Pero solo es una apariencia, porque en realidad el director madrileño parece querer seguir denunciando la desidia y la pereza de un amplio sector de la población masculina y trabajadora que se resigna ante las dificultades. Los tiempos sin embargo han cambiado y donde antes había crisis de astilleros ahora pagamos la bonanza europea y el estancamiento en un estado del bienestar que parece no nos hayamos ganado a pulso.
El prólogo, con unos gamberros atacando indiscriminadamente a unos jóvenes árabes a los que después se les responsabiliza de la reyerta, sienta ya las bases de esta farsa que Aranoa pretende convertir en comedia berlanguiana. Como el título aludido, que logró el beneplácito de la Academia a la hora de enviarla a Hollywood en lugar de Hable con ella, que como todos y todas sabemos fue rescatada en los Oscar con el premio al mejor guion, también el poderoso Jaume Roures le arrebata ahora la posibilidad a Almodóvar de conseguir una nueva nominación, y lo hace con el aval de una nueva creación prodigiosa de Javier Bardem, que esta vez se mete en la piel de un empresario cretino y sin escrúpulos. Es el signo de los tiempos y hoy sabemos que por un reconocimiento muchos son capaces de cualquier cosa, aunque mientras unos se empeñan en que se les reconozca sin más, y sin dudar en manchar el nombre y la reputación de quienes les rodean, alcanzando con esa torpe estrategia resultados nulos, otros echan mano de un presunto talento para embaucar, convirtiéndose como nuestro protagonista en ese buen patrón del título, que se preocupa por los suyos, su familia, sus trabajadores y sus becarias (qué manía la del director de hacer que las niñas se enamoren de los viejos, aunque en este caso sea con propósitos en conflicto con la política del me too), que al fin ya al cabo todos y todas son de su propiedad.
Todo esto, incluso en su tendencia a la ambigüedad, está muy bien si lo que se desea es pasar un rato entretenido y reírse un poco de todas las desgracias que cuenta; lo que no lo está es alargar el metraje de forma innecesaria, que no aburrida, pero cayendo a menudo en un bucle que no progresa ni aporta nada, y resolviéndolo todo de forma torpe y desequilibrada, con un final que atenta contra todas las reglas de la escritura cinematográfica y coherente, solo con la intención de epatar y acabar resultando genial lo que no es sino una mera distracción que no profundiza ni suma en relación a los temas tan graves y peligrosos que plantea. Para colmo la otrora interesante compositora Zeltia Montes firma igualmente una banda sonora repetitiva y obsesiva en tono burlón que toma como modelo la música de John Williams para La terminal.
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