Guion y dirección Pedro Almodóvar Fotografía José Luis Alcaine Música Alberto Iglesias Intérpretes Penélope Cruz, Milena Smit, Israel Elejalde Aitana Sánchez-Guijón, Rossy de Palma, Julieta Serrano, Ainhoa Santamaría, Daniela Santiago, Adelfa Calvo y la voz de Pedro Casablanc Estreno en el Festival de Venecia 1 septiembre 2021; en salas 8 octubre 2021
Hay aún más dolor si cabe en la última película de Almodóvar que en sus dos anteriores largometrajes, Julieta y Dolor y gloria. Y como en la primera, la maternidad juega un papel fundamental en una historia sin fisuras ni concesiones. De hecho contiene una de las escenas más conmovedoras jamás vista en una película entre una madre y una hija recién nacida, o para ser más exactos dos madres y sus bebés. Justo después del parto asistimos a una soberbia y tiernísima declaración de amor, cuando ya hemos empezado a emocionarnos con el que es uno de los dos pilares argumentales del film, la búsqueda que hace una mujer de sus antepasados asesinados durante la Guerra Civil y enterrados en una fosa común. Esa reivindicación de la Memoria Histórica como primera ocasión en la que el cineasta manchego confiesa abiertamente en una creación suya su ideario político, y respuesta emocional a una crisis aún no resuelta que mantiene viva la brecha entre unas y otros españoles y españolas, es el eje sobre el que gravita una historia contada desde el corazón, con una caligrafía impecable y un dominio de la narrativa como solo un maestro consagrado es capaz de lograr.
Con una interpretación antológica, Penélope Cruz da vida a una fotógrafa profesional que decide en los albores de su madurez tener descendencia soltera, mientras ultima junto a un reputado antropólogo la apertura de una fosa común en el pueblo de sus antepasados, con el dignísimo fin y derecho fundamental de dar sepultura a la gente represaliada por las fuerzas insurgentes durante la Guerra Civil. La coincidencia en el hospital con una joven también madre soltera, esta a su pesar, provocará una situación excepcional que pondrá a prueba su sentido de la moral y la coherencia. En el más austero ejercicio de cine de cámara que jamás conocimos a su autor, en la cinta nos encontramos con el adiós legítimo a los seres queridos y el recuerdo de quienes nos dejaron en las circunstancias más trágicas, como ese Lorca de nuevo evocado a través de su Rosita la soltera y la actriz que la incorpora, una Aitana Sánchez Gijón cuyo personaje es paradigma de la clase burguesa y adinerada que tanto se ha apropiado de los símbolos de nuestra cultura, incluso de los que una vez fueron de izquierdas.
Pero sobre todo nos reencontramos con todo el dolor de aquellas personas a las que una mala transición vendida como ejemplar dejó en el limbo de quienes están vivos pero muertas. El contrapunto inocente, perteneciente a una generación desinhibida fruto de esas políticas progresistas, infinitamente humanas que han caracterizado buena parte de los últimos veinte años de este país, se encuentra en la ternura de la mirada y el ademán ingenuo de Milena Smit, a quien conocimos en un papel en las antípodas en No matarás. Cabe agradecer a Almodóvar haberse mojado con un film valiente y conmovedor, prodigio de buena narrativa y contenedor de estupendas interpretaciones. Nadie mejor que nuestro director más valorado y reconocido a nivel internacional para visibilizar en el mundo ese intolerable déficit democrático que aun habita en nuestra política y sociedad, y nos hace tan indecentes como pueblo.
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