Con Michel Plasson de nuevo ante la orquesta con un programa netamente francés y demostrando que la veteranía es una ventaja, se confirmaron esos aires de buenos augurios. Esta nueva temporada con múltiples escenarios, el Maestranza para el repertorio sinfónico, el Lope para programas más íntimos y el Turina para el tradicional ciclo de cámara, tiene a Plasson como director honorario. Él se encargó de su inauguración y cerrará también la temporada cuando en la Noche de San Juan dirija en versión de concierto la ópera de Poulenc Diálogo de Carmelitas.
Música que abre horizontes
La Sinfonía Fantástica constituye junto al drama musical Lélio ese Episodio en la vida de un artista que Berlioz concibió a partir del legado beethoveniano pero con novedades estructurales y expresivas que rompieron el molde y abrieron nuevos derroteros a la composición musical. Experto en la materia, Plasson desgranó cada uno de los episodios en los que se divide este descenso a los infiernos de un amante criminal, punto álgido al que podía aspirar el amor romántico, con una fuerte carga dramática, casi operística. El retrato a la vez delicado y atormentado del personaje central fue entendido por Plasson con sentido del equilibrio y la medida, con las dosis necesarias de ensoñación y el tono melancólico que demanda. El vals que le sigue se resolvió con elegancia y suntuosidad, a pesar de algún inconveniente ritardando y de que no se apreció en su totalidad la impresión de irrealidad que le caracteriza. Con un atractivo efectismo, el corno inglés fuera de escenario mientras dialoga con el oboe, acentuando la carga dramática de la propuesta, arrancó una escena en el campo de atmósfera bucólica y carácter expansivo, que encontró en los solistas de la ROSS una magnífica respuesta a nivel técnico y expresivo. Algo menos implacable de lo deseable resultó la marcha, con prestaciones eso sí impecables de percusión y metales. Sí fue desenfrenado y diabólico, apasionado, grotesco y delirante, el aquelarre final, con reminiscencias casi apocalípticas y un estruendoso triunfo global.
Estos raptos de pasión que protagonizaron la Fantástica se abrieron paso también en un Bolero ejemplar, dirigido con pulso preciso y exigente por un Plasson en plena forma, y marcado por el trabajo irresistible del tamborilero y unas prestaciones sensacionales de cada solista. Con unas dinámicas muy trabajadas y un magistral ejercicio de juegos tímbricos, Plasson y la Sinfónica marcaron ese ritmo obsesivo a lo largo del característico crescendo orquestal hasta la exuberante explosión final de este experimento musical que en ocasiones como esta deriva en experiencia catártica. La larga ovación del público provocó una propina, ese envolvente y conmovedor final de Mi madre la oca que el maestro ya ha interpretado otras veces al frente de la ROSS y que en esta ocasión alzó a los cielos.
Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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