Guion y dirección Terence Davies Fotografía Nicola Daley Música Benjamin Woodgates Intérpretes Jack Lowden, Peter Capaldi, Kate Phillips, Gemma Jones, Calam Lynch, Anton Lesser, Simon Russell Beale, Jeremy Irvine, Tom Blyth, Ben Daniels, Geraldine James, Julian Sands, Lia Williams, Joanne Bacon, Suzanne Bertish, Matthew Tennyson, Richard Goulding Estreno en el Festival de Toronto 12 septiembre 2021; en España 8 julio 2022
Terence Davis es por derecho propio el último de los grandes clásicos del cine británico. Apenas un puñado de películas a lo largo de casi cinco décadas le han encumbrado con justicia a ese podio del que esta su última película no es sino una demostración más de su exquisito talento. Resulta difícil, por no decir imposible, sintetizar en apenas un par de párrafos toda la profundidad emocional, la sensibilidad y el torrente de sensaciones que emanan de esta excepcional película. Como en su anterior film, Historia de una pasión, Davies fija su atención en la turbadora, atormentada y controvertida personalidad de un talento de la literatura. En aquella ocasión fue la poetisa norteamericana del siglo XIX Emily Dickinson, y ahora le toca el turno a Siegfried Sassoon. Se estrena esta suerte de biopic del poeta inglés en un momento muy oportuno, cuando un año más celebramos la todavía necesaria manifestación global por los derechos de las personas que aman y viven de forma distinta pero nunca agresiva, y cuando la clase política y los medios de comunicación se han unido para tildar de éxito rotundo la última cumbre de la OTAN, que no ha hecho sino potenciar la eterna tendencia del mundo, combatir, agredir, conquistar y, en definitiva, hacer la guerra. Podría decirse que de esta forma lo que Terence Davies está reivindicando es aquel antiguo lema hippy que rezaba Haz el amor y no la guerra. Quedan así bien hilvanadas y expuestas las dos premisas que empujan a seguir con interés prácticamente desde el minuto cero esta maravillosa película, la crítica a la guerra que la enmarcan y la vida sentimental al margen de las convenciones que ocupa su desarrollo central.
Sassoon fue héroe en la Primera Guerra Mundial, pero también fuertemente crítico con esta y cualquier otra guerra, centrando su trabajo posterior a su intervención en el conflicto en los horrores injustificados que provoca. Cuenta Davies para ello con numerosas fuentes, empezando por los poemas antibélicos del propio Sassoon, la novela Regeneration de Pat Barker, que narra la estancia del protagonista en un hospital militar especializado en pacientes con problemas emocionales, donde conoció al también poeta Wilfred Owen, cuyo trabajo Disabled tanto influyó en su propio via crucis emocional durante toda su vida, y al doctor Rivers, cuyas visitas terapéuticas le abrieron ese necesario horizonte emocional que no encontró en su propia familia. Not about Heroes, la obra de Stephen MacDonald que narra la relación entre Sassoon y Owen, así como la Trilogía de Sherston, trabajo autobiográfico del homenajeado, cerrarían ese círculo de fuentes que bien habrá podido utilizar el director de Voces distantes para generar su portentoso guion galardonado en el Festival de San Sebastián, un trabajo meticuloso y exquisito que recrea el gusto nada disimulado por lo estrictamente literario, y que sin embargo milagrosamente no cae jamás en la impostura, a pesar de que todos los episodios son recreados además con una atmósfera casi onírica, incluyendo un uso de llamativos recursos técnicos, que podría haber perjudicado la fuerza de la película como imponente alegato por la paz y el amor en todas sus vertientes. Solo con un talento descomunal detrás podría conseguirse un resultado tan brillante y a la vez estimulante.
Hace falta también la implicación de un equipo técnico y artístico convencido e involucrado para llevar la empresa a buen puerto, y Davies lo ha conseguido con actores y actrices de primer orden, empezando por Jack Lowden, que tras dos horas y cuarto de presencia casi permanente, cierra su interpretación con un plano medio de rotunda catarsis emocional, apoyado en la desesperada y casi mística Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis de Vaughan-Williams. Siguiendo por antológicas recreaciones de personajes reales de la crónica social del momento, fundamentalmente el primer cuarto de siglo XX, como el actor, compositor y comediante Ivor Novello, al que presta su imponente físico y magistral interpretación Jeremy Irvine (Caballo de batalla), después de que otro Jeremy, Northam, le diera vida en Gosford Park hace veinte años. Cabe reprochar a la película un, no sabemos si deliberado, descuido por el paso del tiempo, que hace que el aspecto de los personajes no haya cambiado a lo largo de veinte años, cuando las referencias a Gershwin o a las Juventudes Hitlerianas nos sacan un poco de juego. Davies se permite también alguna licencia, como mantener vivo el matrimonio de Sassoon con la artista Esther Gatty, impuesto por esas mismas convenciones, cuando ya hacía tiempo que se habían divorciado, nada más terminar la Segunda Guerra Mundial. El uso de la música, por cierto, sigue siendo una constante en el cine del realizador británico, con episodios dedicados por entero a recrear un número musical (el Typically British de Stop the World, I Want to Get Off, de Bricusse y Newley), las canciones de Novello o algún coral militar.
La bendición del título hace referencia a esa incesante búsqueda que hace el protagonista de la redención en la habitualmente corrupta Iglesia Católica, igual que millones de personas que a lo largo de sus desdichadas vidas no encontraron consuelo por lo que consideraban vidas proscritas, disolutas y al margen de las convenciones políticas y sociales. Un camino de aventuras, en el campo de batalla, en la cama y en los salones de la alta sociedad y la bohemia londinense, y desventuras, en la muerte de miles de soldados inocentes, algunos de ellos amigos íntimos del poeta, que dieron su vida en la creencia de estar sirviendo a la patria, en una guerra de defensa y de liberación, propiciada por la propaganda patriótica que el poeta intentó desmentir a lo largo de su vida, y que en sus propias palabras devino en guerra de agresión y conquista, como ocurre siempre. Y eso que entonces se moría en el campo de batalla, no en zonas residenciales, centros comerciales, misiones humanitarias y aldeas como mueren hoy quienes se sacrifican por la conservación de ese orden mundial programado por unos pocos, los de siempre, y que los demás nos empeñamos en considerar como el único posible y viable.
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