Francia-Canadá-Senegal-Mali 2021 125 min.
Guion y dirección Robert Guédiguian Fotografía Pierre Milton Música Olivier Alary Intérpretes Stéphane Bak, Alice Da Luz, Saabo Balde, Bakary Diombera, Ahmed Dramé, Diouc Koma, Miveck Packa, Issaka Sawadogo Estreno en el Festival de Valladolid 25 octubre 2021; en Francia 5 enero 2022; en España 8 julio 2022
A pesar de su veteranía, Guédiguian permanece incombustible no solo como cineasta sino como cronista del mundo en el que vivimos, y muy especialmente sus defectos e injusticias. En esta ocasión abandona su Marsella habitual para contarnos una historia de post colonialismo y utopía socialista. Su nuevo trabajo, después del éxito cosechado por Gloria Mundi y La casa junto al mar en los circuitos minoritarios habituales, esos al que su cine de concienciación apenas puede alcanzar porque está ya poblado por gente bastante concienciada, se centra en la devastación política y social que dejamos los países que consideramos civilizados y avanzados en aquellos otros que dominamos sin pudor ni humanidad durante siglos, sea en África o en América.
Aquí se trata de Mali poco después de alcanzar la independencia junto a Senegal, otro de los países que coproducen esta película netamente francesa. Años de ilusión y revolución que los más jóvenes se empeñaron en reconstruir a partir de un concepto de la igualdad y la justicia aparentemente inquebrantable, pero que chocaron con los intereses ya creados, impuestos tanto por esa dominación colonial como por ese régimen de castas que predominaba en el corazón de estas civilizaciones ancestrales y que nadie se atrevió ni interesó en cambiar durante siglos de historia. En ese contexto Guédiguian imagina un relato de amor que nos retrotrae, aunque pueda parecer ridículo, al Doctor Zhivago de David Lean, sea quizás por la influencia del nombre de su protagonista femenina, Lara. Al igual que ellos, los protagonistas de esta historia se ven condicionados por una revolución social fuertemente ideológica y peligrosamente radicalizada tras unos primeros intentos de utópica felicidad, y también como ellos sufren el estigma de unos lazos sentimentales generados más por las convenciones del momento que por la llamada del corazón.
En este contexto Guédiguian intenta depurar sus habituales toscas formas pero solo lo consigue parcialmente. Su tendencia a subrayar el discurso político domina sobre el resto, lo que quita emoción al conjunto pero afianza su intención divulgadora y poderosa llamada de atención sobre la virulencia que todavía, o incluso más, se cierne sobre nuestras cabezas, nunca demasiado proclives a comprender el sufrimiento ajeno y hacerlo propio para avanzar en un concepto de justicia social más sólido y perdurable. El twist importado de Norteamérica del título, al que se aferran sus sufridos protagonistas, da buena muestra de la posible combinación de lo mejor de ambos mundos, socialismo y capitalismo, al que podrían confiarse nuestros esfuerzos para construir un hábitat mejor.
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