Bután 2019 110 min.
Guion y dirección Pawo Choyning Dorji Fotografía Jigme Tenzing Música Yi Chen Chiang y Duu-Chih Tu Intérpretes Sherab Dorji, Ugyen Norbu Lhendup, Kelden Lhamo Gurung, Kunzang Wangdi, Pem Zam, Tandin Sonam, Tsheri Zom Estreno en Bután febrero 2020; en España 22 julio 2022
Hay películas que narran la persecución de un sueño, otras muestran cómo el destino nos puede deparar una sorpresa y descubrir que quizás nuestro lugar era otro al que teníamos en mente. Esta sencilla y hermosa película pertenece al segundo grupo. Una nominación al Oscar a la mejor película internacional en la última edición de los premios ha obrado el milagro e impulsado el estreno de una cinta proveniente de un país tan exótico como Bután en nuestras pantallas. Pero ni el tema que toca ni el ambiente en el que lo hace son ajenos a nuestra memoria y cultura. De nuevo el Shangri-La emerge como paradigma de la felicidad y el equilibrio espiritual, aunque no exactamente como esa tierra del maná que planteaba el clásico de Frank Capra hace ya casi un siglo.
Una aldea remota en el Himalaya es ahora el escenario en el que la magia y la espiritualidad abrirán los ojos de un joven urbanita convencido de que su felicidad está donde el sistema y su aparato mediático se empeñan en destacar. La gente amable, exquisita y educada con la que se ve obligado a convivir, tan ajena a cualquier tipo de prepotencia, le demostrará que existen otros mundos donde la esperanza, la convivencia y la armonía resultan más tangibles. Curiosamente el debutante director y guionista hace hincapié en la altitud a la que se encuentra cada localización de la película, desde lo más alto en esta pequeña y entrañable localidad, lo más cerca del cielo, hasta lo más bajo y alejado del paraíso, ubicado junto a la Ópera de Sydney, donde los sueños quizás no sean como los pintamos. Mientras tanto nuestro protagonista realiza un viaje físico, y extenuante, así como espiritual y sentimental que le enseñará de la vida tanto como él sea capaz de enseñar a los niños de la escuela del título, ávidos de saber y de conocimiento como fin para lograr la estabilidad y la supervivencia de un ecosistema llamado a ser engullido por las grandezas del mundo supuestamente civilizado. El yak del título representa a la naturaleza de la que es imposible desconectar si se quiere alcanzar ese nivel de equilibrio y sabiduría que nos lleve a la consecución de esa felicidad.
La música funciona en todo este entramado como eje alrededor del cual gravitan los sueños perseguidos y los encontrados por el joven y desorientado protagonista. El sonido de la música sirve aquí también para conectar con el presente y el pasado, y ejercer como impulsora de emociones y sentimientos, sin apenas necesidad de un público que la reconozca. Su combinación con el imponente paisaje y su espléndida iluminación obra la maravilla, convirtiendo esta en una película de viajes y descubrimiento, quizás más convencional de lo deseable pero indiscutiblemente amable en sus nobles planteamientos y eficaces resultados.
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