En uno de nuestros
numerosos viajes por cuestiones personales a la ciudad levantina, hemos
coincidido con la única cita que la
Orquesta de Valencia tiene con este nutrido festival de música
contemporánea que desde hace algunos años extiende sus tentáculos a otras
capitales y municipios de la comunidad. No es el único encuentro del festival con
la música sinfónica actual pero sí el único que protagoniza esta veteranísima orquesta que desde
hace algunas temporadas ha tenido que desplazar su sede del Palau en el antiguo
cauce del río al Auditorio de Les Arts en la Ciudad de las Artes y las
Ciencias, por una rehabilitación del Palacio de la Música que creemos se está
ya alargando demasiado. Lamentábamos, a propósito del arranque de temporada de
nuestra Sinfónica, que un año más la
programación se antojara tan conservadora. La ROSS lleva años buscando
nuevos públicos, lo que quizás haya ahuyentado a su público fiel, posiblemente
harto de asistir una temporada tras otra a conciertos similares. Podríamos
decir que la de Valencia inició su temporada con este concierto enmarcado en el
Ensems, si bien realmente no comenzará hasta el 19 de octubre, cuando Alexander
Liebreich dirija obras de Penderecki, Mozart, Panufnik y Stravinski. No podemos ocultar la envidia que nos da
que a lo largo de la temporada los valencianos puedan escuchar a Ives, Menotti,
Zemlinsky, Adams, Ligeti, Milhaud, Xenakis (de quien este año se cumple el centenario
sin que de momento en Sevilla nos hayamos hecho eco de ello), Messiaen, Dutilleux o Lutoslawski, entre otros.
Precisamente estos
dos últimos protagonizaron la segunda parte del concierto del pasado viernes de
la Orquesta de Valencia bajo la batuta de un buen conocido nuestro, el sensacional clarinetista y director
valenciano José Luis Estellés, desplazado desde Colonia donde reside y
trabaja como maestro en la Universidad de Música y Danza desde el pasado año.
Del mítico compositor polaco la orquesta interpretó la Música fúnebre escrita para conmemorar el décimo aniversario de la
muerte de Béla Bartók, y que no disimula echar mano en algunos de sus pasajes
del estilo del admirado compositor húngaro, especialmente en el uso del sistema
dodecafónico. No se trata sin embargo de una música especialmente difícil para
el oído, que en las cuatro partes en las que se articula explora el contrapunto en el que Bartók era un genio, el ritmo con
especial énfasis en el virtuosismo de los violines y que Estellés entendió
perfectamente a base de ataques precisos
y contundentes hasta converger en la desesperación del apogeo y el reflexivo recogimiento del epílogo. De Dutilleux se interpretó Metáboles, un encargo de la Orquesta de Cleveland cuando la dirigía
Szell, y que permite el pleno lucimiento de las secciones de la orquesta, en
especial la nutrida percusión, a
través de cinco breves movimientos cuyo desarrollo va describiendo el proceso natural
de transformación de un cuerpo. Una especie de metamorfosis a la que los y las integrantes de la orquesta se prestaron
con arrojo y disciplina hasta lograr esa fascinación que acompaña a la
página.
Antes, del compositor local Miguel Ángel Berbis se
estrenó Artifici, un encargo del
festival que efectivamente es puro artificio que combina imagen, sonidos
pregrabados y orquesta sinfónica con el fin de reflejar las influencias
culturales y mediáticas que sufrimos la población contemporánea, pero que acaba
resultando un pastiche sin un discurso
interno coherente y múltiples caídas de tensión, pero sumamente entretenido
como no podía ser menos cuando se cita a Ravel, Beethoven, Prokofiev o Dvorák y
se introducen samplers de Pharrell
Williams, George Michael o Simon & Garfunkel. Eso sí, la orquesta se plegó a todo este circo con seriedad y un sonido
apabullante. Mucho más interesante fue la pieza que cerró la primera parte,
y que contó con el extraordinario solista
italiano Mario Caroli, que con flautas que recorrieron diversos registros
dio forma al fascinante Per-sonare
del compositor japonés Toshio Hosokawa,
presente personalmente en esta edición del Ensems, y que entre otras veleidades
nos permitió disfrutar de un sonido en estilo cuadrafónico, con percusión y
metales distribuidos entre el escenario y los descansillos traseros del
auditorio. Es así como los y las
intérpretes de percusión pueden realizarse profesionalmente, la música
contemporánea da mucho juego para ello. Por su parte, Colodi emuló a la
perfección los peculiares sonidos
orientales que jalonan la pieza, mientras el resto de la orquesta acompañó
con vibrante energía y sentido de la solemnidad allí donde correspondía.
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