Guion y dirección Albert Serra Fotografía Artur Tort Intérpretes Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau, Marc Susini, Matahi Pambrun, Alexandre Mello, Sergi López, Cécile Guilbert, Montse Triola Estreno en el Festival de Cannes 26 mayo 2022; en España 2 septiembre 2022
Confesamos que habíamos decidido dejar de ver cine de Albert Serra tras el sopor y el bochorno que nos provocaron sus anteriores trabajos bajo bandera del país vecino, La muerte de Luis XIV y Liberté. Ahora con su tercer trabajo en Francia son tantos los honores y beneplácitos recibidos por la crítica que finalmente nos hemos aventurado para comprobar si éramos capaces de descubrir algo nuevo. Y desde luego que el director catalán se afana por construir un lenguaje nuevo y diferente, pero lo hace desde la impostura y la pedantería, lejos de la genialidad que solo emerge de la naturalidad y la sinceridad. Solo así se explica que estas casi tres horas de metraje vuelvan a hacerse soporíferas, por mucho que ciertamente haya suavizado las maneras y echado mano hasta cierto punto de un mayor grado de convencionalismo, al menos en lo que a estructura narrativa se refiere.
Pero no es suficiente; la cantidad de temas interesantes que toca la cinta, desde la decadencia del colonialismo a las raíces de los pueblos sometidos, la ambición desmedida de occidente por ocupar los primeros puestos del ranking armamentístico, o los tejemanejes de la política clásica traducida en arte diplomático, se agitan para dar sin embargo lugar a un cóctel indigesto y por momentos insufrible. Benoît Magimel se empeña no obstante a fondo, con su impoluto y permanente traje blanco, para dar vida a este político representante del Estado en una isla de la Polinesia francesa, que hace su trabajo igual en los despachos y los garitos del pueblo desencantado que en la discoteca en la que de los cuerpos casi desnudos del personal hostelero y farandulero parecen surgir personajes tan ambiguos como la propia película que los acoge.
Todo destila un aspecto extremadamente marciano, no exento de cierta belleza visual en momentos muy determinados. Ciertamente las formas se han suavizado, ya se pueden imaginar cómo eran sus precedentes, pero sigue resultándonos una experiencia tan pretenciosa como pedante. Definitivamente no comulgamos con el cine del Sr. Serra ni con quienes lo admiran como supuesto genio a reivindicar. Renunciamos a ser tan visionarios.
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