Dirección Joaquín Mazón Guion Joaquín Oristrell, según una historia de Olatz Arroyo y Joaquín Mazón Fotografía Ángel Iguacel Música Vicente Ortiz Gimeno Intérpretes Karra Elejalde, Enric Auquer, Megan Montaner, Lander Otaola, Maribel Salas, Gorka Aguinagalde, Yanet Sierra Estreno 16 septiembre 2022
Hoy es habitual que la comedia se convierta en drama en su tercio final, pero a veces, como en esta, está plenamente justificado e incluso se espera a la vista del material dramático propuesto. Un material que aporta el propio director de la película, responsable de series de cierto éxito como Allí abajo o Cuerpo de élite, pero al que da forma el veterano y muy curtido en la materia Joaquín Oristrell. Lástima que la mayoría de sus inspirados chistes hayan quedado ya machacados en la insistente promoción que ha recibido la película en cines y televisión, aunque el resto no desmerece y hace de su visionado una agradable experiencia.
Gran parte del mérito se lo debemos a sus protagonistas, un Enric Auquer en un registro en las antípodas del papel que le dio fama y Goya en A quien hierro mata, pero que defiende a la perfección. Pero sobre todo a Karra Elejalde, que se toma tan en serio su papel extremadamente cómico que lo borda, haciendo una fiesta de cada una de sus jocosas líneas. Por su parte, Mazón dirige con buen tino y cierta elegancia, no exenta de algún momento burdo pero en general bastante comedido en su definición de ambientes y personajes sofisticados. Estamos ante fogones, cocina de autor frente a la tradicional, un tema que sigue muy de moda a costa de programas tan repugnantes como Masterchef, donde más que aprender a cocinar se aprende a ser maleducado y grosero con el compañero o compañera y a crear mal rollo entre concursantes y monitores. Y lo hacemos en una de las cunas de la alta cocina española, Bilbao, frente a esos catalanes a costa de los cuales el guion depara algunos de sus mejores chistes. Los esmerados efectos visuales nos permiten comparar no solo a Elejalde y su esposa en la ficción ahora y con treinta años menos, sino a la propia ciudad ennegrecida y contaminada entonces, luminosa y monumental ahora.
Pero en todo este conjunto de desenfado, confusión y diversión, subyace una interesante propuesta existencial sobre si realmente estamos obligados a vivir según las pautas que otros, los poderes fácticos, han diseñado para nosotros y nosotras y que no hacen sino fortalecer sus posibilidades de control. Quizás no haga falta acabar amnésicos o supuestamente tarados para darnos cuenta de que otras formas de vida son posibles, y si no que se lo digan al personaje de Auquer, que sin accidente como el de su padre en la ficción, tampoco ha seguido las pautas convencionales. Que ¿nos la estamos tomando muy en serio? Puede ser, quizás más que sus propios artífices, pero a veces las reflexiones emergen sin que ni siquiera su autor lo prevea.
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