martes, 1 de febrero de 2022

CANCIÓN SIN NOMBRE Maternidad violada

Perú-España-Suiza-USA 2019 97 min.
Dirección
Melina León Guion Melina León y Michael J. White Fotografía Inti Briones Música Pauchi Sasaki Intérpretes Pamela Mendoza, Tommy Párraga, Luco Rojas, Ruth Armas, Maykol Hernández, Bruno Odar Estreno en el Festival de Cannes 16 mayo 2019; en Internet 15 septiembre 2021


La
realizadora peruana afincada en Estados Unidos, Melina León, estrenó este su primer largometraje en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes; ni esto ni contar con la producción de varios países y la colaboración del escritor norteamericano Michael J. White en el guion, le ha servido para estrenar de manera algo más holgada. Solo un puñado de países, entre ellos, ¡cómo no, Francia!, lo han hecho en salas, mientras otros lo han derivado a internet, como el nuestro, que lo estrenó en filmin el pasado septiembre. Nuestra aportación incluye al actor canario Maykol Hernández, cuyo personaje visibiliza el problema de la identidad sexual en los convulsos años ochenta peruanos, cuando terminada la dictadura del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, los nuevos gobernantes no quisieron poner fin a la corrupción y no fueron capaces de hacerlo con el terrorismo de extrema izquierda que asolaba la nación.

En este contexto la protagonista ve como su hija recién nacida es secuestrada en el paritorio para especular con su adopción. El drama de los niños y niñas robadas es por lo tanto el eje y tema del film. Desolada y desgarrada por el dolor, encuentra la ayuda de un periodista para esclarecer los hechos e interponer la correspondiente denuncia. En blanco y negro y con el formato de moda, en pantalla cuadrada, León sigue a sus personajes con cierta distancia, sin definirlos en exceso y dejando que sean las sensaciones, en parte por unos diálogos difíciles de entender entre el acento y la invasión de sonido ambiente y música, las que vayan proponiendo este viaje a la desesperanza que protagonizan ambos personajes.

Pero sobre todo destaca que la directora pone énfasis en las costumbres y tradiciones, la cultura, del pueblo indígena, duramente castigado durante siglos desde la invasión descubridora. Así lo demuestra esa canción de cuna a la que la madre seccionada se agarra para mitigar su dolor. Solo hace falta viajar al país andino para observar que las clases adineradas y empoderadas son caucásicas, mientras el resto de la población, la mayoría, es indígena y apenas sobrevive en el umbral de la pobreza. El film se erige por tanto en un documento necesario y relevante, en el que además se ha puesto interés en sus calidades artísticas, puramente cinematográficas, aunque su esquematismo, cierta falta de empatía, y la falta de respuestas acaben malogrando en parte su resolución. Fue en 2019 la película vencedora del Festival de Huelva y atesora este año una nominación al Goya.

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