Noruega-Francia-Suecia-Polonia 2010 112 min.
Dirección Marius Holst Guión Dennis Magnusson, Eric Schmid, Mette M. Bolstad y Laars Saabye Christensen Fotografía John Andreas Andersen Música Johan Soderqvist Intérpretes Stellan Skarsgard, Benjamin Helstad, Kristoffer Joner, Trond Nilssen, Morten Lovstad, Daniel Berg, Odin Gineson Broderud Estreno en España 19 octubre 2012
Fruto de una sociedad tan avanzada que ya a principios del pasado siglo era capaz de idear instituciones donde jóvenes descarriados pudieran alcanzar la rehabilitación a través de la educación, el trabajo y la disciplina, esta película noruega plantea una interesantísima cuestión sobre cómo podemos pervertir los ideales más puros y sofisticados hasta que pierden todo su sentido y orientación. Cabe adivinar en este microuniverso que plantea la película del aquí desconocido Marius Holst una sociedad moderna que practica el abuso de poder y la malversación de fondos, creando monstruos y víctimas y a menudo invirtiendo los roles y generando conflictos irresolubles; no se encuentra muy lejos de estas premisas la inmediata realidad que estamos viviendo en la actualidad. Ambientado en un correccional situado en una gélida isla de los fiordos noruegos llamada Bastoy, lo que hace prácticamente imposible no pensar en esa otra isla donde un año después de su realización hubo una terrible matanza, Utoya, el guión prescinde de hurgar en los aspectos más sórdidos y repugnantes de la convivencia en esos espacios, para centrarse en uno solo, representativo de la injusticia que allí y en tantos otros sitios se debió vivir, lo que genera una trama de inevitable y necesaria insurrección. No se puede evitar pensar en el reconocimiento que esos mismos años recibían otros jóvenes similares por enfrentarse entre sí en la encarnizada Primera Guerra Mundial, mientras éstos y tantos otros sólo recibían castigo por perseguir igualmente un mundo ideal y más justo. Pero para acumular estas impresiones es necesario un vehículo que las transmita con honestidad y rigor, y en este sentido el film, galardonado en su país con varios premios, cumple sobradamente, a pesar de ciertas rémoras en su realización. Las excelentes interpretaciones en un reparto encabezado por un actor fetiche de Lars von Trier, como es Stellan Skarsgard, y un grupo de estupendos y carismáticos jóvenes, así como su cuidada puesta en escena, en la que destacan una apropiadamente fría fotografía y una buena partitura de Johan Soderqvist (colaborador habitual de Susanne Bier y compositor de Déjame entrar), contribuyen a un producto artesano, clásico y eficaz. Entretenimiento sin sobresaltos y con invitación a la reflexión.
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