Los recortes en cultura pueden justificar la práctica ausencia de música contemporánea en la programación de la ROSS, pero no que la Universidad renuncie a abrir su curso académico con ella desde hace dos años. No obstante a la original pero anodina noche temática británica del año pasado le sucede ahora un programa más convencional pero más intenso.
Esa página angustiosa a modo de réquiem que son las Metamorfosis de Richard Strauss, inspiradas por el bombardeo de la Ópera de Munich durante la 2ª Guerra Mundial, se nos antoja como piedra angular de presentación de un curso marcado, como todo lo demás, por la renuncia a una serie de conquistas y valores ante la incertidumbre que genera la actual situación económica y social. Ensayada hace justo un año, y como entonces introducida verbalmente por Eric Crambes, ahora felizmente asentado como concertino, cuando la interpretó en versión reducida para siete solistas en el ciclo de cámara de la orquesta, se acentuó aún más el carácter nostálgico y pesimista que destila la obra, con una interpretación sin fisuras ni amaneramientos, ejemplar y entregada. Como contraste, el desenfado, la depuración técnica y la elegancia con la que se ofreció una obra de juventud del mismo autor, su Serenata Op.7, ofrecida con menor fortuna en junio pasado por la Orquesta de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Saïd.
La Sinfonía Concertante de Mozart es un auténtico doble concierto, fruto de sus viajes a Mannheim, donde aprendió complejidad técnica orquestal, y París, donde asimiló el gusto por los conciertos con múltiples solistas. En esta ocasión encontró en Crambes y el violista Michael Leifer unos solventes intérpretes, sin problemas de control técnico y una fluida complicidad y compenetración, si bien poco pulidos en y expresividad y sutileza, lo que unido a un rutinario acompañamiento orquestal dio como resultado una interpretación solo correcta.
Llama la atención la poca importancia que damos a nuestras instituciones. Un evento como éste no debería ser un concierto más; acompañado del correspondiente discurso de presentación, con un mayor respeto por las formas y una comunidad universitaria más acostumbrada a asistir a conciertos, lo que evitaría esos aplausos fuera de lugar, honraríamos mejor a nuestra Unviersidad, como hacen en otros países. Y es que lo público se respeta poco, a pesar de la que está cayendo.
Crítica ampliada de la publicada en El Correo de Andalucía el 13 de octubre de 2012
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