
Tras unos años de aquel primer concierto de apertura del curso universitario en el que interpretó el Triple Concierto de Beethoven junto a la ROSS y las hermanas Coínes, su presentación el martes en el Maestranza se saldó con dos consideraciones diferentes. Por un lado tiene que pulir su acercamiento a grandes como Mozart o Chopin, de cuyas piezas ofreció un rendimiento sobrado en técnica, ágil articulación y tempi rápidos, pero corto en lirismo y sensibilidad. No es que Chopin demande el amaneramiento con el que lo abordan algunos pianistas, pero esta rotunda obra maestra exige una más efectiva combinación de virtuosismo y drama.
Por otro lado la sentimos muy segura con ese repertorio español que tan bien maneja, desde las breves sonatas de Antonio Soler y Domenico Scarlatti transcritas del clavicémbalo que tocó como un todo, sin rubato y muy en estilo, a una excelente recreación de la enrarecida atmósfera que evocan las continuas disonancias en Málaga de Albéniz, pasando por las Cuatro Piezas Españolas de Falla, una temprana antología de nuestra música tradicional que la joven defendió con elegancia y justa confianza.
Crítica publicada en la edición digital de El Correo de Andalucía el 20 de diciembre de 2012
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