Voces: Lance Ryan, Catherine Foster, Alan Held, Robert Brubaker, Gordon Hawkins, Christa Mayer, Kurt Rydl, Cristina Toledo. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla.
Teatro de la Maestranza. Miércoles 5 de diciembre de 2012
Lance Ryan como Sigfrido, en el primer acto junto a Mime |
Ante la coyuntura económica que venimos sufriendo cada año que pasa resulta más complicado poner en escena un nuevo capítulo de la Tetralogía del Anillo, por eso cada vez es más el reconocimiento que merece el equipo técnico y artístico tanto del coliseo sevillano como de la compañía catalana. Y si ya el año pasado hacíamos hincapié en el perfecto acabado que ofrecía La Valquiria, sea en méritos estrictamente musicales como estéticos, nos maravilla comprobar que nuestra capacidad de asombro y fascinación continúa intacta ahora que nos hemos enfrentado a la segunda jornada de esta memorable, única y extraordinaria tetralogía wagneriana.
De nuevo un elenco vocal perfecto y de nuevo Halffter haciendo suya una recreación musical de una partitura única y excelsa en la que primó el respeto a las voces sin por ello sacrificar el acento expresivo en los momentos álgidos y matizar cada nota de emoción y grandeza que expide esta espeluznante composición. Y eso que la Sinfónica estuvo de nuevo imprecisa en la sección de metales, a veces flácidos, con puntuales defectos de tono y afinación, si bien en otros pasajes sonaron indiscutiblemente majestuosos. Pero no hubo caídas de tensión ni amaneramientos superfluos, todo sonó con nitidez, respeto y ocasionales destellos de absoluta grandeza. Y cuando hablamos de Wagner, padre del sinfonismo moderno aunque sólo conste que llegara a acabar una sinfonía, de la orquestación profusa y de la música descriptiva, llevarlo a buen puerto es un triunfo sin paliativos. Ayuda la espléndida acústica del Maestranza, capaz de hacernos disfrutar más incluso que con la legendaria batuta de Zubin Mehta al frente de la magnífica Orquesta de Valencia formada por Lorin Maazel.
Sigfrido y Fafner, el Dragón |
De todos los cantantes repitieron, respecto a los anteriores títulos de esta monumental saga operística hasta ahora aquí representados, Gordon Hawkins como Alberich y Robet Brubaker, que en El Oro del Rin fue Loge y ahora interpreta a Mime. Y fue este segundo quien más triunfó en Sigfrido, escénica y vocalmente. Su enano icono de la hipocresía y el egoísmo fue antológico por la seguridad de su canto, su voz potente y arrolladora y su precisa actuación, sin desmanes ni excesos grotescos. El canadiense Lance Ryan, a quien ya vimos como titular de esta ópera en Valencia hace tres veranos, no llegó a justificar del todo su dominio de un rol que ha incorporado en muchas ocasiones, pues sobreactuó acentuando el histrionismo y exagerando la vitalidad de su personaje. Su voz acusó una articulación engolada, sin decepcionar en cuanto a proyección y expresividad, y triunfando en momentos tan decisivos como la forja de la espada (¡Nothung!, ¡Nothung!) y el dúo de amor final. Al igual que Michael Volle en el título anterior, el norteamericano Alan Held incorporó a su Wotan-Caminante con generosos matices psicológicos y una voz contundente y segura, mientras Gordon Hawkins y Kurt Rydl cumplieron con solvencia y profesionalidad. Cristina Toledo fue un pajarillo de voz delicada y perfectamente entonada, ayudada sin duda por la delicadeza de la batuta en Los murmullos del bosque y en cuanto a proyección por las alturas desde las que fue obligada a cantar. Christa Meyer atacó su Lamento de Erda con una contundencia extraordinaria y una voz profunda, oscura y potente. Y cuando ya no nos quedaba duda de la magnificencia del espectáculo, en el tercer acto llegó la británica Catherine Foster entonando el Despertar y Saludo de amor de Brunilda con un torrente de voz sobrehumano y un gusto excelente en el fraseo. Difícil hoy en día juntar un elenco tan satisfactorio en un título wagneriano, y todos con probada experiencia en cada uno de los roles que les tocó interpretar.
Escena final, con Sigfrido y Brunilda |
Hemos de suponer que el reparto habrá cobrado un suplemento, y que la producción habrá tenido que inflar las pólizas de seguro para obligar a sus cantantes y figurantes a los esfuerzos físicos y peligros que requiere actuar desde las alturas, subidos en los artilugios mecánicos ideados por Roland Obeter. En la retina volverán a quedarse fijadas muchas de las soluciones estéticas de este espectáculo multimedia. Si hay en la mitología germana en la que se basa el libreto de Wagner muchas coincidencias con el Rey Arturo y la espada Excalibur, San Jorge y el Dragón o cuentos infantiles como La bella durmiente, habiendo a su vez inspirado al Señor de los Anillos de Tolkien, no es de extrañar que Padrissa y su equipo hayan tomado prestadas soluciones de Peter Jackson para la adaptación cinematográfica de este último, con recreaciones virtuales de la alta montaña de auténtica antología. En lo demás destaca la imaginería diseñada por La Fura dels Baus, siempre desde el respeto absoluto al libreto original, con mucha imaginación e ingenio, pero sin querer en ningún momento resultar pretenciosos, como otros que traicionan el concepto original para dejar su impronta personal y a menudo discutible.
Mención especial merecen los figurantes, muchos de ellos caracterizados como Woody Allen en El dormilón, contribuyendo con su cuerpo y elasticidad de manera decisiva a las propuestas escénicas del espectáculo; así como a Allex Aguilera, de nuevo responsable de una dirección escénica dinámica, enérgica y llena de aciertos dramáticos. No nos cabe la menor duda de que Halffter y Remedios Navarro lograrán, aunque sea con esfuerzos titánicos, que el público sevillano no se quede sin el Ocaso de esta singular producción del Palau de las Arts Valenciano y el Maggio Musicale Fiorentino. Mientras tanto éste es un puente de la Constitución ideal para amantes de Wagner, con la emisión mañana viernes en cines del Lohengrin que abre la temporada de la Scala, con Barenboim a la batuta y un elenco que incluye nada más y nada menos que a René Pape, Jonas Kaufmann, Anja Harteros y Evelyn Herlitzius, la Brunilda de nuestra Valquiria e Isolda de Halffter. Curiosamente el Maestranza ofreció hace exactamente trece años un montaje de esta ópera producido precisamente por el Maggio Musicale Fiorentino, bajo la dirección musical de Marc Soustrot. Mejor forma imposible de despedir este año y darle la bienvenida al 2013 en el que se celebra el doscientos aniversario del nacimiento del genio de Leipzig.
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