Dirección Gareth Edwards Guión Max Borenstein y Dave Callaham Fotografía Seamus McGarvey Música Alexandre Desplat Intérpretes Aaron Taylor-Johnson, Bryan Cranston, Ken Watanabe, Elizabeth Olsen, Juliette Binoche, David Strathairn
Estreno en España 15 mayo 2014
El cine de kaiju ega (monstruos gigantescos) nació en Japón en la década de los 50 como consecuencia de las heridas físicas y piscológicas sufridas por el pueblo a raíz de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. En la misma época proliferaron en Hollywood desde la mítica serie B películas que reflejaban el pánico nuclear del pueblo estadounidense germen de la Guerra Fría. Monstruos de una y otra orilla del Pacífico ilustraron este horror universal de mitad del siglo XX. Sus postulados ideológicos y estéticos respondían por lo tanto a una inquietud tangible, real, aunque en la práctica tuvieran la apariencia de meros entretenimientos inofensivos. Desde entonces el rey de los monstruos gigantescos, Gojira o Godzilla, ha sobrevivido al envite cinematográfico durante siete décadas, siendo su más llamativa recuperación la que perpetró el megalómano y catastrofista Roland Emmerich en 1998. La actual proliferación de títulos apocalípticos aprovechando los extraordinarios avances en efectos visuales y tecnología digital han propiciado esta nueva incursión en el legendario personaje, encomendándosele la misión a Gareth Edwards, que hace unos años sorprendió a unos, no tanto a otros, con una cinta británica de ciencia ficción de bajo presupuesto sobre invasores alienígenas que se llamó precisamente Monsters. Sin embargo la empresa ha resultado una decepción tan grande como su protagonista, haciendo incluso deseable revisar la que hizo Emmerich en pleno apogeo de los efectos digitales. Hoy los miedos de la humanidad no son ni atómicos ni siquiera naturales o ecológicos como pretende apuntar este guión tan endeble como inútil. Hoy nuestros mayores monstruos son los políticos que nos gobiernan, y a esos no les hacen sombra ni los más terribles dinosaurios que lograran volver a poblar el planeta aunque sea a partir de explicaciones tan peregrinas y perentorias como las que apunta este rotundo disparate. Por otro lado para identificarse con los miedos de los protagonistas es necesario mostrar un objetivo inquietante, como el que tenía Tom Cruise en La guerra de los mundos. Luchar por volver a abrazar a los seres queridos, que por supuesto no pueden ser otros que la esposa y los hijos (la familia feliz), se nos antoja un fin tan trillado como poco interesante si no se adornan de otras consideraciones más inquietantes. En definitiva, el terror brilla por su ausencia; al final sólo cabe apreciar algunos destellos de parafernalia plástica, al margen del desastroso diseño de los bichos a los que se enfrenta Godzilla, en los que se evidencian cómo los cineastas americanos han aprendido a hacer caer rascacielos desde el atentado de las Torres Gemelas; todo ello enmarcado en un guión de plano desarrollo, lagunas de ritmo y tensión, en el que se apuntan temas como la arrogancia científica y el equilibrio de la naturaleza, aunque la concienciación queda muy desdibujada. A lo que hay que añadir un reparto que no se implica, desde un Watanabe con permanente cara de estupefacción a una participación de Binoche de un abrir y cerrar de ojos, pasando por la inexpresividad de Aaron Taylor-Johnson (Vronsky en la última Anna Karenina y John Lennon en Nowhere Boy) y las muecas de Elizabeth Olsen (Amor y letras, Martha Marcy May Marlene), que por cierto ya interpretaron a un matrimonio en la reciente Capitán América: El soldado de invierno, aunque no aparecieran acreditados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario