Pablo Villegas es un excelente guitarrista, como ya ha demostrado en sus dos anteriores comparecencias en el Maestranza. Su interpretación del Concierto del agua de Tomás Marco, que con su presencia en el teatro añadió categoría al evento, alcanzó niveles sensoriales y expresivos de gran magnitud. El tercero de los cuatro conciertos para guitarra del compositor madrileño, y no precisamente el más duro ni difícil, fluye según parámetros tonales y melódicos salpicado de disonancias y estridencias que lo acercan al universo posmoderno en el que desea enmarcarse. La presencia permanente del solista se resolvió con una extraordinaria habilidad, elegancia y sensibilidad en sus largas e intrincadas cadencias. El artista es, por su carisma y versatilidad, de los que se meten al público en el bolsillo, rematando con una excelente Gran Jota de Concierto de Tárrega como generosa propina.
Aunque israelí, Yaron Traub sólo tuvo que desplazarse desde Valencia, de cuya orquesta es titular desde 2005 sin que nadie haya calificado su proyecto como caduco, para hacerse cargo de la dirección de este concierto. Antes en el Maestranza había dirigido a la ROSS en febrero de 2001 en un programa también con guitarra solista, y a la Sinfónica de Bilbao en mayo de 2008 con la Fantástica de Berlioz. Sin bien con Marco se mostró muy contenido, revelándose como un acompañamiento flojo y un poco plomizo para la agilidad y la brillantez de Villegas, con el resto del programa desplegó una amplia capacidad para ilustrar y emocionar. La calma perturbadora con la que se inicia la obertura de Mendelssohn tuvo su contrapunto ideal en un allegro tan hábilmente desarrollado como perfectamente equilibrado, provocando toda la excitación y el drama que la página sugiere.
Tantas veces hemos escuchado la Séptima de Beethoven a la ROSS que poco esperábamos una lectura tan sorprendente como la que nos brindó Traub, musculosa, intensa, enérgica y atlética. El allegretto fue abordado con tal intensidad dramática que su crescendo se nos antojó asfixiante. Acometida sin pausas, la pieza transmitió sin complejos todo su espíritu gozoso, desarrollándose con eficacia su amplia gama de registros y dinámicas, añadiendo tanto vigor e ímpetu que llegó a sobrecogernos en una experiencia casi catárquica.
Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 18 de mayo de 2014
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