Las dos obras seleccionadas por el maestro violonchelista de la Sinfónica de Sevilla, Dirk Vanhuyse, y el pianista italiano afincado en nuestra tierra, Tommaso Cogato, son muy significativas en lo que al repertorio para el instrumento de cuerda grave se refiere. La Sonata nº 2 de Beethoven es una de las primeras piezas importantes para esta formación, que aún estando lejos en el calendario del romanticismo, lo preconiza precisamente por esa novedad. La de Cesar Franck es una versión realizada por Jules Desart sobre una de las obras cumbres de la música de cámara francesa, la Sonata para violín y piano en La mayor que el autor de Preludio, Coral y Fuga dedicó al gran violinista y también compositor Eugène Ysaye.
Vanhuyse y Cogato entendieron a la perfección los dictámenes que en cuanto a diálogo y virtuosismo establece la intrincada obra de Beethoven. Sin embargo se quedaron algo cortos, especialmente el violonchelo, en la expresividad de la pieza, que exige más gravedad y sentimiento doloroso. El adagio inicial que actúa como introducción debe sonar más patético, con un carácter más rapsódico, y acentuando los elocuentes silencios que preceden al siguiente movimiento. Vanhuyse acertó no obstante en imprimir la pieza de un gran lirismo. Mientras Cogato se mantuvo inquieto y persuasivo, el violonchelista desaprovechó en el allegro sus posibilidades trágicas, casi vehementes, pero acertó de pleno en mantener el espíritu alegre y los rotundos cambios armónicos del rondó final.
La única adaptación de la Sonata en La mayor que Franck autorizó se inscribe sin complejos dentro de lo que podríamos denominar quintaesencia romántica, lo que exige una profunda meditación y un muy cuidado equilibrio en matices y sentimientos, algo que los dos intérpretes supieron llevar a la práctica más allá de la mera corrección. Vanhuyse transmitió apacibilidad en el allegro moderato inicial, inquietud trágica contenida progresando a tumulto en el segundo movimiento, intenso lirismo en el recitativo-fantasía, y apasionada brillantez en el allegro final, contando en todo momento con la complicidad de un pianista de excepción que no sólo acentuó ritmo y armonía sino también esa expresividad anhelante que esta obra capital demanda.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Qué derroche de sensibilidad en tus palabras!!
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