Dirección David Gordon Green Guión Gary Hawkins Fotografía Tim Orr Música David Wingo y Jeff McIlwain Intérpretes Nicolas Cage, Tye Sheridan, Gary Poulter, Ronnie Gene Blevins, Adriene Mishler, Heather Kafka Estreno en España 19 septiembre 2014
Joe supone el punto de inflexión definitivo para su director David Gordon Green, tras la inédita entre nosotros Prince Avalanche, que comenzó una prometedora carrera con títulos como George Washington y Undertow, para luego tener que plegarse a las exigencias de la nueva comedia gamberra americana de la mano del infame Judd Apatow y películas como Superfumados o El canguro. Recuperado económicamente propone ahora un cine más personal y mucho menos complaciente. De hecho puede que ésta sea la película más dura e incómoda, por no decir la más fea, del actual cine americano. Fea no por desechable o despreciable sino por la sordidez con la que están descritos sus personajes y ambientes, la acumulación de mal rollo que exhibe y el aire violento y nauseabundo que respiran casi todas sus escenas. Sin embargo todo esto se ha puesto al servicio de una tierna aunque velada historia de amistad y redención en la que un estupendo Nicolas Cage, desprovisto de retoques plásticos y posturas chulescas, comedido y generoso frente a su compañero de reparto, el joven y excelente Tye Sheridan, cuya actuación fue premiada en Venecia en 2013, encarna a un escéptico y desencantado expresidiario reconvertido en eficaz y honrado capataz de una plantilla de desgraciados y miserables trabajadores, que entabla una emotiva relación con un adolescente en busca de alivio y salida a una situación familiar insostenible. Sombría y negativista, la película resulta terriblemente incómoda, en un escenario hostil, sucio y desagradable que retrata de nuevo la América más profunda, más aún cuando se trata del pantanoso sur de las riberas del Mississippi. No hay apenas espacio para la ilusión, salvo en el muy significativo personaje de la pareja (efímera) del protagonista, una chica que aún espera una vida en la que cada día surja una chispa en forma de pequeña alegría o detalle. Y sin embargo, a pesar de tanta pobredumbre remarcada por una fotografía sucia y gris, se atisba en su atmósfera una esperanza para alcanzar una vida mejor, salir del atolladero y erigirse en agradecido depositario de las lecciones de vida que tan generosamente ofrece un viejo zorro, aún a costa de grandes y definitivos sacrificios.
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