Dirección Jalil Lespert Guión Jacques Fieschi, Marie-Pierre Huster y Jalil Lespert, según el libro de Laurence Benaim Fotografía Thomas Hardmeier Música Ibrahim Maalouf Intérpretes Pierre Niney, Guillaume Gallienne, Charlotte LeBon, Laura Smet, Marie de Villepin, Nikolai Kinski, Rubén Alves, Astrid Whettnall, Marianne Basler
Estreno en España 19 septiembre 2014
Confieso que personalmente me interesa muy poco el mundo de la moda, al que considero supeficial y repelente. Sin embargo no podemos obviar que también en éste, como en tantos otros mundos, surgen genios, gente que revoluciona los patrones conocidos hasta entonces, llegando a ejercer una influencia sobre nosotros y nosotras que escapa nuestra voluntad. El deber del cine cuando se fija en una de estas personalidades es plasmar su genio y su talento; la magia inherente al séptimo arte se encarga de que el producto sea fascinante incluso cuando no nos interesa demasiado el tema. Durante años quienes han aprovechado las biografías como argumento río sobre alguien cuya historia merece ser contada, aunque para ello hayan tenido que falsear o adornar algunos detalles, han dado forma al biopic con mayor o menor fortuna, y con licencias a menudo perdonadas en función del interés de la empresa. Jalil Lespert ha utilizado el arte que en la moda ejerció Yves Saint Laurent, padre oficial de pret-a-porter, para ofrecer un producto formalmente bien acabado pero intelectualmente vacuo y banal. Más orientado a un público homosexual que a quienes siguieron sus diseños, mayoritariamente mujeres, centra su atención en las adicciones del artista, sin apenas explicar su origen (una secuencilla en el hospital tras ser llamado a filas no refleja el tormento al que fue sometido en instituciones psiquiátricas), y por supuesto refleja su carácter bipolar, capaz de ser exquisito en el trato con sus trabajadores y modelos, y tratar con desprecio a su amante, su ayudante o su musa. Sin rastro por cierto de Catherine Deneuve, crucial en la vida profesional del modisto; por el contrario su estancia en Marrakech en la casa que después se ha convertido en los Jardines Majorelle, es abordada con aburrida generosidad. A destacar el asombroso parecido físico (mejorado) de Pierre Niney con el homenajeado, a lo que hay que añadir un considerable esfuerzo de interpretación. Por su parte Guillaume Gallienne, gran triunfador de los últimos Cesar con su película Guillaume y los chicos ¡a la mesa!, interpreta con corrección al sufrido compañero sentimental y principal apoyo emocional de Saint Laurent, Pierre Bergé. Pero sobre nada de esto se profundiza, y mucho menos sobre la inspiración y el proceso creativo del diseñador, que hubiera sido mucho más deseable, interesante y didáctico que detenerse en sus escarceos mundanos con repetitiva insistencia.
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