Reino Unido 2014 114 min.
Dirección Stephen Daldry Guión Richard Curtis, según la novela de Andy Mulligan Fotografía Adriano Goldman Música Antonio Pinto Intérpretes Gabriel Weinstein, Rickson tevez, Eduardo Luis, Rooney Mara, Martin Sheen, Wagner Moura, Selton Mello, Maria Eduarda, André Ramiro Estreno en España 28 noviembre 2014
Hay películas que no existirían sin otras previas que les sirven de referente. En este caso cuesta pensar respecto a la última película del director de Las horas y The Reader que de no existir Ciudad de Dios y Slumdog Millionaire su resolución formal hubiera sido la misma. Sin embargo son más las diferencias entre estas películas que sus semejanzas, pues ni muestra la crudeza de la favelas de Río de Janeiro con la contundencia casi documental que lo hacía la película de Fernando Meirelles, ni opta por el tono de fábula colorista y posmoderna del film de Danny Boyle. La cinta de Stephen Daldry tiene su propia identidad, empezando por la buena mano del realizador, ya demostrada en Billy Elliot, para trabajar con niños. Se agradece que esté hablada en portugués, una solución naturalista con la que se renuncia al convencionalismo de recurrir al inglés, que asegura un mercado más amplio; así mismo se agradece que aunque los protagonistas exhiban un talento por encima de la media a esas edades, necesario para resolver el intrincado enigma al que les expone una cartera encontrada en un vertedero de basura, no aparezcan como los clásicos niños redichos y repelentes al que nos tiene habituados el cine americano. Haber elegido una fotografía colorista y luminosa y aderezarlo todo con una pintoresca banda sonora, enérgica y alegre, da una fuerza inusitada a un film que en el fondo está retratando la miseria más extrema en un país que se postula para liderar la economía en Sudamérica. Dilma Rouseff debe estar revolcándose con la imagen de corrupción política y policial que ofrece esta película, mientras nosotros nos debemos sentir profundamente avergonzados al comparar lo que aquí se denuncia con lo que ocurre dentro de nuestras fronteras y que nos convierte en un país indecente gobernado por gente indeseable. Acierta Daldry en restar sensacionalismo a su narración, dotar de buen pulso su intriga y ofrecer un espectáculo tenso y angustioso en torno a un acontecimiento de terrorismo policial y corrupción a gran escala. A la vez celebramos el grado de dignidad con el que caracteriza a sus niños protagonistas, tan carismáticos como entrañables. En definitiva, después de la decepción que supuso la pedante Tan fuerte, tan cerca, Stephen Daldry da en la diana con un film trepidante, reflejo en la actualidad del ambiente que mostraba Dickens doscientos años atrás, sin traicionar el espíritu inocente e infantil de sus personajes, siempre dispuestos a hacer de la vida una aventura, aún en las circunstancias más lóbregas. Es también signo una vez más de estos desdichados tiempos que vivimos. La basura del título no está sólo en los vertederos ni es la misma que evocaba Paul Morrissey a principios de los 70; se encuentra entre quienes rigen nuestro destino.
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