Vaquero, Gil, Garrido, Barea e Hidalgo en el concierto que el grupo celebró en la Iglesia de la Anunciación el pasado 14 de febrero |
Veinte años juntos haciendo música no es fácil ni en el terreno sentimental ni en el artístico. Artefactum podría haber elegido para celebrarlo en el templo que tienen reservado al efecto, el Lope de Vega, el típico programa de grandes hitos, recorriendo su historia e iconografía. Por el contrario se decantaron por un programa monográfico en torno a los famosos Carmina Burana procedentes del Monasterio de Benediktbeuern, o Bura como reza su nombre latino y justifica su denominación Cantos de Bura. A ellos se enfrentaron estos apasionados de la música medieval trovadora y juglaresca, ataviados con sus juegos polifónicos y su arsenal de instrumentos antiguos.
Articulado en torno a un actor, Antonio Raposo, que con gracia y desparpajo fue narrando sus aventuras como monje a su pesar y más tarde pícaro frecuentador de faldas y tabernas, al más puro estilo del goliardo medieval, Artefactum fue deslizando un muestrario de estos cantos del famoso manuscrito a su manera, con más desenfado que auténtico rigor, buscando siempre su carácter más lúdico. La experiencia derivó en un principio algo monótona y por momentos desangelada. Eso no impidió disfrutar de la voz aterciopelada, sobre todo en el registro agudo, de Alberto Barea, el dominio técnico y florituras de Ignacio Gil a la flauta, la sutil y documentada percusión de Álvaro Garrido, el canto grave y autoritario de Vicente Gavira, el buen gusto de Francisco Orozco al laúd, menos afinado al cantar, y la delicadeza a la viola de César Carazo, sin olvidar la simpatía de José Manuel Vaquero, siempre con el chiste a punto.
Un poco más de ritmo, superando pausas técnicas y mejorando dramaturgia, beneficiará en el futuro una propuesta que se animó tras la incorporación de Mariví Blasco, Carmen Hidalgo y José Luis Pastor. Acompañada por Pastor al laúd medieval, Blasco ofreció una de las páginas más encantadoras de la noche. Desde ese momento la oración y el recogimiento anterior, presente incluso en cortejos y sátiras, se fue transformando en pura fiesta hasta desembocar en una oda al vino, una curiosa versión, fuera completamente de estilo, del tango Volver y por supuesto el inevitable y muy saludable Cumpleaños feliz.
Versión extensa del artículo publicado en El Correo de Andalucía el 10 de diciembre de 2014
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