jueves, 18 de diciembre de 2014

NUEVA TEMPORADA DE LA SINFÓNICA CONJUNTA: UN ESTRENO CON ESCASO PERFIL

Orquesta Sinfónica Conjunta. Juan García Rodríguez, director. Programa: Entreacto y Luz magenta, de Camarero; On the Waterfront, de Bernstein; Sinfonía nº 8 en sol mayor Op.88, de Dvorák. Auditorio E.T.S. de Ingeniería, miércoles 17 de diciembre de 2014

Juan García al frente de los jóvenes maestros
Expectantes a lo que tenga que ofrecer esta cuarta y breve temporada de la Sinfónica Conjunta, su concierto inaugural nos dejó un sabor más bien amargo, con rendimientos por debajo del nivel al que nos tiene acostumbrados; algo a lo que esperemos el buen pulso de Juan García y el esfuerzo de los jóvenes integrantes pongan remedio en próximas citas. Es cierto que contar con un estreno en los atriles es todo un honor, no siendo además la primera vez en su corta andadura que su autor se encuentra en la sala. Se trató en esta ocasión de César Camarero, cuya música difícilmente clasificable y frecuentemente sometida a planteamientos matemáticos precisos, no encontró eco en esta puesta de largo que le brindó la orquesta. Bien porque nos pareciera una música insustancial y anodina, sin fuerza ni garra, ondulante pero poco envolvente y visitada por largos silencios tan poco elocuentes como intrigantes; o sencillamente porque el rendimiento de los músicos fue pobre, con continuas caídas de tensión, mucha imprecisión por parte de todas las familias en esta pieza cuyo origen es otra para solo de acordeón, y planos sonoros confusos y descoordinados, lo cierto es que acabó decepcionándonos, algo que no acabarían de paliar las dos páginas programadas a continuación.

La misma ciudad que inspiró a Leonard Bernstein sus obras más populares, los musicales On the Town y West Side Story, le sirvió también como base de su única banda sonora original, On the Waterfront o La ley del silencio, dirigida por Elia Kazan y protagonizada por Marlon Brando en 1954. Por su partitura el director, pianista y compositor obtuvo una nominación al Oscar que ganaría Dimitri Tiomkin por The High and the Mighty (Escrito en el cielo). Música impactante y enérgica que el autor recopiló en una suite de concierto y que encontró en la joven orquesta una respuesta contundente y llena de brío, acaso con demasiadas entradas falsas y algunos giros malogrados, pero en general bastante satisfactoria, con especial mención para la cuerda en el tema de amor, llena de lirismo y pasión, el golpe de timbales en el andante inicial y, sobre todo, el saxofón de un sensacional Juan Manuel González Díaz. Fue sin duda lo mejor de la noche.

Porque beneficiándose de una interpretación técnicamente satisfactoria, la Sinfonía nº 8 de Dvorák resultó prácticamente en todo momento basta y sin matices. Sus formas desenvueltas y su abundante lirismo no encontraron respuesta en una batuta esta vez más concentrada en la perfección técnica que en la expresividad. Y lo curioso es que los violines que tan buenos resultados dieron en la página de Bernstein aquí se mostraron chirriantes, y los timbales impertinentes, siendo la cuerda grave la que más sobresalió, sobre todo en la exposición del conmovedor tema inicial del allegro final, mejorando también maderas y metales respecto a la pieza anterior. El primer movimiento fue grueso, faltó emotividad y tensión dramática en el lento, y aunque el scherzo y el final resultaron cálidos y sin exageraciones de tempo, se mantuvo esa tónica general de espesura ajena a los vaivenes de su espíritu dramático. El gozo que nos ha proporcionado el conjunto en anteriores entregas, aunque los cambios lógicos y continuos en la plantilla le reste homogeneidad, nos hace estar seguros de que volveremos a celebrar su trabajo y el de su sorprendente y generoso director.

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