Reino Unido 2016 104 min.
Dirección Michael Grandage Guión John Logan, según el libro de A. Scott Berg Fotografía Ben Davis Música Adam Cork Intérpretes Colin Firth, Jude Law, Nicole Kidman, Laura Linney, Guy Pearce, Dominic West, Vanessa Kirby, Demetri Gurutsas, Katherine Kingsley, Andrew Byron Estreno en el Festival de Berlín 16 febrero 2016; en Estados Unidos 10 junio 2016; en España 7 diciembre 2016
A pesar de constituir el germen mismo del cine, la literatura no ha encontrado mucho reflejo en la gran pantalla. No nos referimos claro está a las adaptaciones literarias, que esas abundan en exceso, sobre todo cuando hay sequía para generar historias nuevas y originales. Nos referimos más bien a la literatura en sí, al proceso creativo, a la biografía de los grandes autores, a su influencia en la vida de los mortales, a sus infinitas posibilidades como actividad inspiradora y creativa. Para su debut cinematográfico el director escénico Michael Grandage se ha puesto el listón demasiado alto con esta ambiciosa película sobre la relación profesional, de amistad y casi paternofilial entre el controvertido escritor norteamericano Thomas Wolfe y su editor Maxwell E. Perkins de la casa neoyorquina Charles Scribner’Sons, fundamentalmente durante los años inmediatamente posteriores a la Gran Depresión. Sus muy cuidados diálogos, su espectacular reparto y una exquisita ambientación no se corresponden con los resultados dramáticos de una historia que no llega a conmover lo suficiente, casi apenas atrae, y eso que el material daba para eso y mucho más. Se trata de un retrato maniqueo e insuficiente de un autor de fortísima personalidad, grandilocuente y megalómano pero a su vez con un portentoso cariz poético que utilizó infatigablemente en su narrativa. El trabajo del editor como lector y arreglista, una suerte de productor, debiera verse bien reflejado en esta vampírica relación, y sin embargo queda, como el resto, en la superficie. No ayuda que la presentación de los personajes sea arquetípica, con un Wolfe sobreactuado (Jude Law no acierta a darle dimensión poética y humana a un personaje simplemente excesivo en sus gestos y expresiones), su desquiciada pareja, con quien mantenía una relación tormentosa, enmarcada en una más bien gélida Nicole Kidman, aunque con momentos muy lúcidos de esta espléndida actriz, y unos Scott Fitzgerald y Hemingway de manual, tan aristocrático el primero como socarrón el segundo. Sólo se salva un majestuoso Colin Firth, quizás demasiado sereno pero con cuyos emocionantes gestos finales, incluida esa retirada de un sombrero que ha portado durante todo el metraje, justifica el visionado del film; y su esposa, una espléndida, como siempre, Laura Linney que sin embargo apenas cobra relieve en una función liderada por los dos protagonistas masculinos. La soledad del escritor y su vida disipada, que dio lugar a obras cumbres de la literatura americana como El ángel que nos mira o Del tiempo y el río, con personajes que eran sus alter ego, debiera haber disfrutado de una realización más precisa y convincente y un guión más atractivo y menos farragoso. Así las cosas, el pulso entre el genio (título original e la cinta) del autor y el de su editor y descubridor, queda desdibujado para decepción del espectador, y todo muy a pesar de sus solemnes, respetuosas y académicas hechuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario