miércoles, 19 de diciembre de 2018

DEBUT DE LAS NINFAS DEL MAESTRANZA

Ciclo Coros de Cámara. Coro Femenino de Cámara de la A.A. del Teatro de la Maestranza. Íñigo Sampil, director. Daniela Iolkicheva, arpa. Manuel Enamorado y Rafael Conde Astasio, trompas. Programa: Vier Gesänge Op. 17, de Brahms; Himnos corales del Rig-Veda (tercer grupo) Op. 26, de Holst; A Ceremony of Carols, de Britten. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, martes 18 de diciembre de 2018

Tenemos que empezar dando un tirón de orejas, porque no es de recibo que se gaste tanto papel para imprimir los textos que acompañan las músicas programadas para luego oscurecer la sala y no dejar atisbar apenas una letra. Incluso sería mejor proyectar los textos en una pantalla y evitar así tanto gasto y atentado medioambiental. Algunas de las voces femeninas más destacadas del Coro de la Asociación de Amigos del Teatro de la Maestranza se dieron cita en la primera entrega de un nuevo ciclo dedicado a coros de cámara. Una experiencia piloto auspiciada por el esfuerzo y el trabajo de Íñigo Sampil al frente del conjunto desde hace ocho años, y por la ilusión de estas voces que realizan así su debut en formación de cámara con un programa integrado por piezas pertenecientes a un género y un estilo muy poco frecuentado en nuestra ciudad, ni aquí ni en ningún otro espacio cultural, donde estamos más acostumbrados al barroco a la hora de disfrutar de conjuntos camerísticos vocales.

Después de tantos años centrados prácticamente en óperas y obras sinfónico-corales, era natural que el estilo intimista y recogido de estas propuestas se les resistiera al conjunto, pero quedaron elementos suficientes de juicio para esperar en el futuro, tras el pulimento y las correcciones pertinentes, resultados mucho más estimulantes. Así, las canciones que Brahms compuso para su propio coro en Hamburgo, de aires exquisitos y profundamente románticos, tan evocadoras como afectivas, acusaron cierta rigidez en la forma y épica en la expresión que no casaba bien con el tono inconsolable de Es tönt ein voller Harfenklang (Suena el arpa), ni mórbido de Komm herbei, komm herbei, Tod (Largo de aquí, muerte) con texto de Shakespeare, o bucólico de Der Gärtner (El jardinero), todas de aires melancólicos y desesperados que las voces no acertaron a transmitir. Tampoco las trompas estuvieron refinadas, más bien destempladas e inseguras. Quien sí triunfó, aquí y en el resto de la velada, fue Daniela Iolkicheva, con un dominio técnico y expresivo absoluto de la difícil y compleja arpa.

De aires británicos, como las canciones de Brahms, podemos tildar los Himnos corales del Rig-Veda, de origen sánscrito, que Gustav Holst extrajo de la tradición hindú y que encontró en el coro una estética igualmente tosca y fuera de estilo, dicho siempre desde el respeto y la admiración que merecen sus integrantes, y sin discutir que en timbre y tono lograron un equilibrio generalmente difícil de conseguir. El más largo de los ciclos propuestos, la Ceremonia de Villancicos macarrónicos recopilados de la tradición medieval inglesa por Benjamin Britten, fue también el que mejores resultados brindó, a pesar de prescindirse de las voces masculinas. Con una acertada puesta en escena para la procesión y la recesión que los enmarca, el resto de las piezas brillaron más en expresividad y tono, destacando el brío empleado en cantos como el Wolcum Yole! y el muy singular y diabólico con efecto eco de This Little Babe, así como los solos desplegados en That Yongë Child y Balulalow, tan cándidos y emotivos como el dúo Spring Carol. Nos hubiera gustado poder identificar a las artífices de estos encantadores momentos, pero a quien sí podemos felicitar es a Iolkicheva, que además de acompañar con abundante refinamiento, ofreció un interludio suave y angelical, de matrícula de honor.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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