Dirección Isaki Lacuesta Guión Isa Campo, Isaki Lacuesta y Fran Araujo Fotografía Diego Dussuel Música Raül Refree y Kiko Veneno Intérpretes Israel Gómez Romero, Francisco José Gómez Romero, Óscar Rodríguez, Rocío Rondón, Yolanda Carmona, Lorrein Galea, Manuel González del Tanago Estreno en el Festival de San Sebastián 27 septiembre 2018; en salas comerciales 30 noviembre 2018
El director catalán Isaki Lacuesta recupera con esta cinta el universo que retrató hace doce años en La leyenda del tiempo. Si en aquélla tomaba el título de uno de los temas más reconocibles del mítico cantaor Camarón de la Isla, y convertía a éste en eje al rededor del cual giraban las dos historias que conformaban aquel documental, ahora fija su atención en el legendario título de Paco de Lucía, aunque ni siquiera suena en la banda sonora, para retomar la historia de los dos hermanos gitanos que protagonizaban la primera de las dos historias del film de 2006 (la segunda trataba sobre una joven japonesa que viajaba a San Fernando para aprender a cantar flamenco). Isra y Cheíto son ahora padres de familia, a pesar de su juventud, que han madurado y se llevan mejor ahora, tras haber salido uno de la cárcel (una premonición que ya hacían sus protagonistas en la anterior entrega) y haber cumplido el otro una misión en alta mar como miembro de la armada española (en parte un sueño que ya acariciaba en La leyenda del tiempo). Siguen marcados por una tragedia de infancia relacionada con la pérdida del padre y por extensión de un referente en la vida. De nuevo con hechuras de documental pero esta vez con un hilo argumental más preciso y factible que el que animaba aquella aventura, Lacuesta firma más bien una ficción, como hiciera en sus dos anteriores películas, La próxima piel y Murieron por encima de sus posibilidades, pero la tiñe de tanta verdad que cuesta saber dónde empieza y termina la realidad . Su metraje generoso le permite detenerse en estos personajes que convierte en entrañables, aunque también se convierte en el principal escollo para disfrutar plenamente de la propuesta. La experiencia de ver las dos películas de seguido, aunque en ésta hay continuas citas literales a aquélla, hace que la película gane emocionalmente de manera considerable. Entre sus vivencias destaca especialmente la lucha de Isra por recuperar a su familia después de varios años preso, y toda su experiencia vital tatuada en la piel. La filosofía con la que se toman la vida, cómo la aprovechan a pesar de las dificultades y limitaciones, convierten este viaje en un proceso de aprendizaje, para ellos y para nosotros, haciendo que su visionado se convierta en algo casi mágico y trascendente. A veces no se necesita mucho para ser feliz, parece querer estar diciéndonos el director cuando fija también tanto su atención en uno de los amigos de Isra, que se gana la vida como chatarrero pero logra imitar la buena vida del burgués a fuerza de pequeñas pero valiosas cosas. El paisaje gaditano es tratado con el mismo cariño y cuidado con el que Lacuesta trata a sus personajes, convirtiéndolo en uno más y logrando que sus fotogramas irradien la misma luz y el mismo positivismo que estas tierras que tanto nos emocionan. Todos estos significativos logros le hicieron merecer la Concha de Oro en San Sebastián, siete años después de conseguirla también con la más difícil Los pasos dobles.
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