Foto: Actidea |
Con solo veintitrés años cada uno y una, Miriam Hontana e Ismael Campanero, aparentemente desde el rigor que caracteriza tocar instrumentos de época según parámetros más o menos ortodoxos, se valieron de la experiencia de Prittwitz para insuflar este recorrido por la música hecha en nuestro país, bajo un título prestado de Albéniz, de un aspecto moderno y desenfadado que no convenció a todos pero supo conectar con un público agradecido y proclive a dejarse arrastrar por propuestas curiosas y hasta cierto punto novedosas. La exhibición comenzó con cierto aire vanguardista, afrontando las Folías de Rodrigo Martínez del Cancionero de Palacio, ya ofrecida la noche anterior en su versión más ortodoxa por Axabeba, con arranques new age, cuerda suspendida, disonancias puntuales e incursiones del saxo alto con mimbres jazzísticos. A partir de aquí el concierto consistió en todo momento en glosar cada pieza con estéticas de nuestra época, aplicando unas muy particulares diferencias o variaciones a las obras seleccionadas.
No ayudó mucho el sonido áspero y seco, a menudo estridente del violín, cuya intérprete pasó algún que otro apuro con el viento reinante y el vuelo de las partituras. La cuerda de tripa y cierta falta de dominio técnico que ya tendrá oportunidad de superar dada su temprana edad, maridaron mal con el virtuosismo imperante en el Capricho vasco de Sarasate, que como el resto del programa se centra en una danza típicamente ibérica, en este caso el zorcico. La aportación de Hontana estuvo amortiguada por el acompañamiento y ocasional protagonismo de las otras voces, con Campanero utilizando el violone a modo de contrabajo jazzístico, más punteado que rasgado, y Prittwitz entregándose a vertiginosas ornamentaciones como si de una montaña rusa se tratara. Poco quedó de la emotividad y delicada expresividad de la pieza. Marizápalos, españoletas, recercadas en las que el saxofonista tuvo que emplearse a fondo para disimular los apuntados apuros de Hontana con el viento, jácaras, pasacalles y una generosa Folía según gramática de Vivaldi, contribuyeron a dar atractivo popular a un concierto casi experimental que no llegó a ser suficientemente atrevido ni tuvo intención de ser riguroso, simplemente se quedó en un limbo a medio camino, el justo para que un público encantado demandase propina en forma de Baile del Vito, que los músicos, especialmente ella, entonaron con entrañable desparpajo. Están buscando su voz y confiamos en que la encontrarán, juventud y entusiasmo no les falta, y eso es maravilloso.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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