Foto: Actidea |
Soñar con un mundo sin fronteras
Quizás fuera ésta la propuesta relacionada con el V Centenario de la Circunnavegación de la Tierra, de cuantas se han desarrollado en estas XXI Noches en los Jardines del Alcázar, que mejor se adaptara al espíritu de la celebración, contando para ello con piezas rigurosamente contemporáneas de la gesta y una línea argumental perfectamente ideada para transmitir dos cuestiones fundamentales, la motivación psicológica de su principal artífice, el portugués Fernando de Magallanes, y el origen de una utopía largamente acariciada, el borrado de las líneas que representan las fronteras y constituyen un auténtico freno a una humanidad realmente igualitaria y finalmente hermanada. Para ello Hexacordo hizo acopio de los cuatro manuscritos renacentistas más importantes del país vecino, los Cancioneros de París, con más de ciento veinte cantos profanos, villancicos y cantigas, el de Elvas, con músicas y poemas del siglo XVI, el de Belém, con solo dieciocho pero muy apreciadas piezas, y el de Lisboa, que recopila música sacra y profana de los siglos XV y XVI. Algunas, como Venid a suspirar, se encuentran indistintamente en dos de ellos. Colecciones recuperadas a lo largo del pasado siglo, cuya interpretación en programas tan suculentos como éste constituye el objetivo con que culminar su proceso de rehabilitación.
El flamante organetto que, como tantos otros instrumentos antiguos, forma parte de la colección personal de Alberto Barea Foto: Luis Pascual |
Una interpretación sobria y sin sorpresas
La voz convencional y bien timbrada de Pascual se fusionó con la más cultivada, dulce y bien acentuada de Alberto Barea, auténtico protagonista de la velada con sus intervenciones vocales e instrumentales, tocando con notable precisión el cromorno y su particular sonido agaitado, y el organetto, sensacional instrumento de tecla y viento. Aníbal Soriano por supuesto añadió elegancia y atmósfera a cada pieza desde la cuerda pulsada de su laúd, y Pascual, además de ilustrar tan singular viaje, demostró por qué se le considera un especialista en la corneta negra, la más recurrida, y blanca, de sonido más dulce y aterciopelado. Tampoco se le resistió la espineta, un tipo de clavecín de cuerda pinzada, que se percute con plectros y no con martilletes. Y todo a pesar del carácter relativamente primitivo de estos instrumentos, que les hace acusar puntuales defectos de afinación y expresión. En conjunto la propuesta resultó agradable más que estimulante, todo en su sitio pero sin motivos para la algarabía. Nada que reprochar, ni por el programa ni por su línea interpretativa, aunque se echó en falta una mayor intervención de la sorpresa y una mayor dosis de excelencia.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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