Foto: Actidea |
Cancionero de Palacio y maestros de la vihuela
Axabeba son ya rostros conocidos de las Noches del Alcázar, y su veteranía se reconoce no solo en los registros que ya atesoran y las múltiples ocasiones en que hemos tenido ocasión de disfrutarles, sino también en un control absoluto sobre el repertorio y el instrumental que abordan y, sobre todo, en un sonido transparente y brillante, preciso y seguro como pocas veces hemos tenido ocasión de apreciar en los dispersos y amplificados parajes del palacio sevillano, testigo mudo de tantas conspiraciones para someternos. Pero esta vez el viaje no se anclaba en Isabel y Fernando, sino que proseguía con más lógica y rigor por los reinados de Carlos I y Felipe II. El punto de partida fue el Cancionero Musical de Palacio o de Barbieri en honor a su descubridor, con una Danza alta de Francisco de la Torre que Ignacio Gil defendió de maravilla a la flauta de pico renacentista, con ornamentaciones de fuerte calado expresivo y emocional, y siguiendo con un Pase al agua, ma Julieta que marcó el estilo y línea de canto, siempre dulce, cálido y ligeramente aniñado de Ángeles Núñez. Además de destacar por su concentrado tañer, apreciable en piezas como la Pavana de Alonso Mudarra, maestro de la vihuela que trabajó y vivió en Sevilla, que desgranó con expresividad poética y un buen gusto intachable, José Luis Pastor lo hizo también por sus didácticas locuciones.
La noche estuvo marcada además por aires alegres y desenfadados, ideales para recrear esa atmósfera aventurera que debió presidir la gesta de Magallanes y Elcano, y aliviar las tensiones que sin duda debieron emerger como consecuencia de los mil inconvenientes que encontraron a su paso. Así piezas como La Tricotea San Martín la vea, y su imposible trabalenguas, el jubiloso Rodrigo Martines también del Cancionero de Palacio, o la muy colorista e idiomática Niña y Viña del Cancionero de la Colombina, conservado en Sevilla, que Gil acompañó con el particular sonido jocoso de la chirimía, y Núñez con el sutil toque del pandero a la vez que tiñó su voz de un aspecto más sensual y atrevido, se alternaron con romances de tema melancólico como La mañana de San Juan de Diego Pisador o Paseavase el rey moro de Luys de Narváez, completando así un plantel irrepetible de maestros españoles de la vihuela y la guitarra renacentista, y una experiencia refrescante para el público asistente.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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