Dirección Icíar Bollaín Guion Icíar Bollaín y Alicia Luna Fotografía Sergi Gallardo y Beatriz Sastre Música Vanessa Garde Intérpretes Candela Peña, Sergi López, Nathalie Poza, Paula Usero, Ramón Barea, Xavo Giménez, María Maroto, Eric Francés, Lucín Poveda, María José Hipólito Estreno simultáneo en el Festival de Málaga y en salas comerciales 21 agosto 2020
Entre lo mejor de Icíar Bollaín (Hola, ¿estás sola?, Flores de otro mundo, Te doy mis ojos, El olivo) y lo menos conseguido (Mataharis, También la lluvia, Katmandú, Yuli), se erige esta refrescante e irrepetible película, su mejor obra junto a aquella premiada crónica sobre el maltrato a la mujer. Hay algo en el cine de esta madrileña con vínculos sevillanos que destila épica y emoción, y esta particular y originalísima boda de Rosa lo hace a raudales. Candela Peña vuelve a ponerse a sus órdenes para juntas obrar de nuevo el milagro y recuperar el tono alegre y desenfadado que caracterizó la ópera prima de la realizadora, que ahora cumple veinticinco años. Quizás Peña lleve el peso dramático de la obra, aunque teniendo en cuenta su carácter deliberadamente coral hay que aplaudir el sobresaliente trabajo de todo el elenco, incluida la joven Paula Usero, que ya probó fortuna en El olivo pero sigue siendo prácticamente una debutante.
No debemos reducir esta película a una denuncia feminista. Bollaín se ha cuidado mucho de hablarnos en su guion no solo de la libertad que busca su protagonista femenina sino de todas las cadenas que nos hemos impuesto los humanos en esta sociedad cada vez más exigente, deshumanizada y claustrofóbica. Se trata de recuperar la esencia de la vida, ser conscientes de lo efímera que es y no renunciar a nuestros sueños mientras sean posibles. La familia alrededor de la cual gira esta abnegada hija, hermana y madre, trabajadora agotada y abusada que busca la felicidad propia a través de la de su entorno sin hallarla, personifica esos fantasmas que nos oprimen, los del éxito, la prosperidad y la ubicuidad a toda costa que no genera más que frustración y miseria.
Pero consciente de su vocación de comedia, la talentosa realizadora aligera todos estos ingredientes, baña su entrañable película con la inigualable luz mediterránea de Valencia y Benicasim, viste a su troupe de comprensión y amabilidad y nos invita a una experiencia conmovedora que nos contagia de esperanza y felicidad, asegurándose como nunca el éxito entre el público y los entendidos, tan proclives a denostar cualquier producto actual que invite tan despreocupadamente al optimismo, que cuando se trata de clásicos nadie se atreve a toser. El mensaje es sencillo: quiérete y respétate a ti mismo para querer y respetar a los demás, y su destinataria directa clara, la mujer, aunque en el saco cabemos todos y todas, y los integrantes de esta singular familia son un ejemplo. El libreto y su plasmación en la pantalla le han salido a Bollaín y su equipo redondos, cosechará premios.
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