Durante todo el verano el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo celebra cada martes un concierto de jazz organizado por Assejazz (Asociación Sevillana de Jazz). Apadrinada por Jorge Moreno, artífice y fundador de Blue Asteroid Records, la compañía sevillana especializada en jazz que anda detrás de Factoría Jazz y en cuyas filas militan artistas de la talla de O Sister!, Javier Ortí, Wise Guys Octet, Luis González o Four Women Quartet, la compositora y flautista surcoreana Yoojin Ko presentó en nuestra ciudad su primer álbum de estudio. Se trata de una experiencia relajante y evocadora que pretende denunciar la necesidad, ahora más que nunca, de que humanidad y naturaleza convivan y se retroalimenten de manera equilibrada y sostenible. Para ello vino acompañada por un más que solvente conjunto instrumental formado por músicos catalanes y andaluces, los mismos que aparecen en el disco a excepción del teclista Javier Galiana, que sustituyó a Xavi Torres. El resultado fue suficientemente estimulante como para recomendar el registro a quienes disfruten con el sonido ambiente y la sofisticación formal del jazz más elegante y espiritual.
Yoojin Ko vive desde hace tiempo en Holanda, quizás el país europeo con una mayor tradición y compromiso jazzístico, por eso sabe lo que es estar fuera de su país, lejos de su mundo, familia, amigos, aromas y sensaciones, y sea ese el motivo por el que su primer álbum suena tan evocador y en cierto modo nostálgico. El tema The Wind from the Home, tocado junto al clarinete bajo de Emilio Parrilla, que se incorporó a escena a mitad de concierto, es un buen ejemplo de ese sentimiento melancólico que llegó a tener gran parte de su limitado repertorio. Ko tiende en sus composiciones a aunar tradición, folclore y sofisticación, una fusión que se nos antoja como si asistiéramos a un elegante cocktail amenizado por una música que crea el ambiente perfecto. Para ello se recrea en sonidos envolventes, que su espléndida banda traduce en prodigio de virtuosismo y sutileza, solo lastrada en determinados momentos por una molesta saturación decibélica provocada por la amplificación.
En su estilo se combina el jazz más sesentero, como en ese And Still I Rise con el que arrancó el concierto, o el rápido foxtrot final, un 201 Blues de reminiscencias mancinianas que cierra también el álbum. En su repertorio tiene también espacio la experimentación y hasta cierto punto la vanguardia, como pudimos comprobar en Blue Brown Alley y en el tema que da título al disco, Pungryu, un duelo aparentemente improvisado y perfectamente armonizado entre Ramón Prats a la batería y la flautista. Como tal demostró un absoluto control y dominio del instrumento, atreviéndose también con el pau, una flauta de bambú de sonido más grave y seco, o el bawu, instrumento de caña libre que se toca de forma transversal. Entre sus acompañantes, las intervenciones de Galiana al teclado fueron sensacionales, combinando con buen gusto y mucha sensibilidad una excelente pulsación y la recreación de sonidos ambientales sintetizados. Prats y Marc Cuevas contribuyeron a dar cuerpo y ritmo a la exhibición, mientras Parrilla aportó además de un estupendo control de la respiración y un elocuente fraseo, el tono festivo que la ocasión también merecía. Se agradece también el esfuerzo desplegado por la artista surcoreana para introducir las piezas en un fatigoso castellano, aunque a veces tiró la toalla para expresarse en un más socorrido inglés.
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