Francia-Bélgica 2020 103 min.
Dirección Bernard Stora Guion Pascale Robert-Diard y Bernard Stora Fotografía Thomas Hardmeier Música Vincent Stora Intérpretes Niels Arestrup, Patrick Bruel, Irène Jacob, Paul Hamy, Michel Bouquet, Laurent Stocker, Éva Darlan, Claude Perron, François Vincentelli Estreno en Francia 2 junio 2021; en España 21 enero 2022
Ahora que acaban de conocerse las nominaciones a los Premios Cesar correspondientes al año 2021, resulta sorprendente que películas como ésta o Madeleine Collins, ambas en cartelera, no hayan arañado ningún reconocimiento en los premios más importantes de la cinematografía francesa. Se trata en ambos casos de películas sobrias, con ese sabor a clásico que tanto echamos de menos, y una envolvente trama que hace que su visionado acabe convirtiéndose en una experiencia cuanto menos atractiva.
En Villa Caprice un entramado de corrupción inmobiliaria al más puro estilo de lo que estamos acostumbradas y acostumbrados a ver y sufrir en los noticiarios diarios, se convierte en pretexto para el retrato de unos personajes tan carismáticos como complejos. Un veterano abogado, precedido por su fama de incorruptible e imperturbable, es contratado para defender a un empresario multimillonario acusado de comprar una lujosa villa por medios fraudulentos. El choque de personalidades se hace inmediatamente patente, pero es el estudio pormenorizado de cada uno de ellos lo que acaba verdaderamente atrapando nuestra atención. La seducción del ambiente y de un posible romance corrompen al letrado, tópicamente asociable y aparentemente huraño, mientras el empresario transmite una personalidad arrolladora y ambiguamente atractiva. En el guiso aparecen también la recurrente esposa despechada y desdichada, una felizmente recuperada Irène Jacob, que tantas alegrías nos diera con Tres colores: Rojo, y un atractivo y seductor capitán de barco interpretado por el enigmático Paul Hamy.
Todos estos personajes y su intrincada aportación a la envolvente trama logran un film impecable, con momentos aislados de mucho quilate y un discurso narrativo fluido y equilibrado. Pero el conjunto se resiente de cierta complacencia con sus personajes y una resolución agridulce que no casa bien con el empeño general. Cabe destacar su elegante ritmo y las magníficas interpretaciones de su pareja protagonista, un auténtico duelo de lujo entre Niels Arestrup y Patrick Bruel que, repetimos, no entendemos no se haya hecho un hueco en los Cesar.
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